jueves, 15 de diciembre de 2011

El oficio de trasnochar (VII)

Cuando el sonámbulo se despierta, muere sepultado por las paredes del sueño. Cuando el funambulista mira hacia abajo, cae hacia sí mismo. Cuando el bebé descubre que está andando, se lanza cuerpo a tierra. Cuando el guerrero fragoroso certifica que la herida fue mortal, empieza a dar sablazos desde el más allá. Cuando el alpinista descubre el abismo bajo sus pies, cuando uno piensa y piensa que está pensando, cuando uno mira y nota que lo están mirando, cuando uno siente y se percata de que lo están sintiendo, cuando uno tropieza en su propia cuenta, encerrado en sus jirones, entonces nota este vértigo nocturno e inútil de estar solo. Como Perseo, has de decapitar a la Medusa sin llegar a mirarla.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El oficio de inaugurar (V)

La comunidad científica, compuesta en esta ocasión por otorrinos, ufólogos y pedagogos con degree en cacofonías, se encuentra dividida. Según algunos, en una grabación durante la guerra franco-prusiana de 1870 se puede escuchar nítidamente a un soldado alemán decir la palabra Internet. Según otros, apenas barruntó el término Internate, traducido como internado en estas latitudes. La cuestión tiene su miga. El fonógrafo no ofrece más pistas porque, tras la misteriosa locución, registra un estallido, algo parecido a la caída de un obús, y deja de funcionar. Los estudiosos también han extraído de un cilindro de cera otra asombrosa grabación. Un minero de Calais departe en el invierno de 1894 acerca de la televisión, del prime time y del Hubble. Sobre este segundo hallazgo también hay opiniones discrepantes. La comunidad científica, nerviosa, sabe de los riesgos de dar por válidas estas pruebas. No es de extrañar el intento de los 'lobbies' por acallar todas estas voces del pasado. Los científicos solo coinciden en una cosa, en el poco interés que las palabras tanto del soldado alemán como del minero francés suscitaron entre los coetáneos. De hecho, en el documento de 1870 la palabra Internet cayó en saco roto, y en el de 1894 puede escucharse nítidamente al jefe de cuadrilla preguntar al minero si había inhalado demasiado gas grisú. También se aprecia cómo el resto de los trabajadores abandona al delirante visionario. Normal que no entiendan y que prefieran otras diversiones ligeras. Qué les importan a ellos este aburrido futuro que nunca conocerán.

martes, 13 de diciembre de 2011

El oficio de delirar (VI)

Los nuevos desarrollos urbanísticos de Madrid tienen una planta avistable desde el cielo y pueden resultar aptos para el aterrizaje de ovnis. Yo solo advierto a los que estén comprando allí piso en régimen de cooperativa o precio libre tasado. No obstante, el lugar más atractivo para un desembarco alienígena sigue siendo el cementerio de la Almudena, por su planta neoclásica fácilmente localizable desde Júpiter y por las corrientes ionizadas y el caos subatómico que genera el aire al mecer los cipreses y enhebrarse entre las cruces de las lápidas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

El oficio de vivir (VII)

En una entrevista con La Vanguardia, Rafael Argullol dice que el mejor consejo se lo dio un pescador cuando él empezaba a nadar: ¿Qué hago si me atrapa un remolino? Déjate succionar por él. Al llegar al fondo, él mismo te impulsará hacia afuera.

martes, 29 de noviembre de 2011

El oficio de inaugurar (IV)

Hemos discutido acerca de qué hay detrás del universo, qué aspecto tienen los alienígenas, qué es el arte, cómo se producen las revoluciones. Conversaciones atropelladas en las que todo el mundo tiene algo que opinar, de las que surgen los pensamientos más íntimos. De todos estos creativos y luminosos zarzales, hay uno que me encanta: cuándo internet se convertirá en una mente. Primero se producirán los actos reflejos, luego el condicionamiento clásico y, por último, la asociación compleja, el cognitivismo, suelo argumentar. Solo me escucho a mí mismo mientras lo digo. El ordenador es una neurona, aseguro, y muchas neuronas son capaces de crear una huella nmésica. Ocurrirá un día, veréis, internet pensará solo y producirá sus propias alucinaciones. Qué divertida conversación para sobreponerse de la cena.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (XII)

La cuestión es, nos decimos mientras esperamos en un Starbucks a que nos preparen el capuccino, cómo produce nuestra sociedad su serotonina en términos industriales. Para que la especie humana recorra la trayectoria de un día son necesarias muchas toneladas de este neurotransmisor, culpable de nuestros deseos y nuestras depresiones. Dónde se produce mayor cantidad de litros de serotonina, dónde están las fábricas de estímulo, nos preguntamos ahora. A juzgar por el precio del capuccino, Starbucks es una fábrica moderna de serotonina. Lo confirma su clientela joven, elitista, soft, abúlica, hiperconectada y abstemia. Ahí están los cánones de una época, marcando el camino hacia el manantial de la serotonina. También se produce gran cantidad de ella en los edificios acristalados de oficinas, en el juego de la bolsa, en los campos de fútbol y en otros entornos competitivos donde se reproducen los esquemas del azar. Eso es lo que nos emociona. Cada generación produce a su manera y de la forma más insospechada su stock de serotonina, concluimos mientras cubrimos el capuccino con el espolvoreador de canela o de chocolate, mientras removemos este caro mejunge con un palito alargado, como los que utilizaron los médicos de otros tiempos para revisar las amígdalas.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El oficio del idiota (XIV)

Somos un coro de voces formado por esta caja de resonancia llamada ego y por las personas que nos acompañan en cada momento. Una polifonía en la que participan los demás, en la que se producen ausencias y felices llegadas. El ego a veces se acopla y no nos deja escuchar, con sus molestas reververaciones, el resto de la orquesta. Una caja tan pequeña es capaz de producir un muy molesto y ruidoso eco, de impedirnos la escucha del canto de la vida.

viernes, 23 de septiembre de 2011

El oficio de mentir (IX)

De todas las disciplinas, la física es la única dotada de un hálito trascendente. Dice Ian McEwan en 'Solar' que la física describe “un mundo que existiría igual si no existiesen los hombres y las mujeres y todas sus tristezas”. Un mundo sin contaminación humana, sin la artificiosidad de sus residuos ni de sus convenciones. De nada le importan a la física la psique o la cognición. Cuando nos hayamos ido con nuestros dioses y nuestras vacas sagradas, cuando nos hayamos ido lo más probable con un portazo, eso que perdurará, a oscuras o bajo una radiación enorme, qué más da, eso no será otra cosa que física. No tiene nombre porque no es una manufactura. Física: lo que sucede aunque no estemos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El oficio de mentir (VIII)

En 'Crónica del pájaro que da cuerda al mundo', Murakami cifra en doce los pasos para planchar una camisa. Un número mágico y apostólico. Considero que Murakami, al ofrecer este dato, hace una valiosa aportación doméstica. Este tipo de información entra dentro del detallismo íntimo y universal que Borges consideraba fundamental en un escritor. Murakami es precisamente eso, un escritor íntimo y universal. Antes de leerlo, planchaba las camisas en diez pasos. Al topar con aquella cifra, no pude evitar la tentación de enchufar la plancha, coger una camisa arrugada y ponerme a contar. Qué acto tan intimo y universal, planchar una camisa. Un ritual limpio y renovador, pragmático como las cosas de occidente y armonioso como las de oriente. El caudal de un río fresco sobre una roca incandescente.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El oficio del idiota (XIII)

Pese a la presión psicológica y social por mantenernos aferrados al yo, la sociedad a veces nos sorprende con invenciones neuróticas. Al tiempo que pide entereza del yo, reclama una transformación que le permita amoldarse a un lugar de clase y una posición. No soy dado a coleccionar frases de cine, pero hay una de ellas que me conmueve especialmente. Cuando a Forrest Gump le preguntan qué va a ser de mayor, él responde: “¿es que de mayor no voy a ser yo mismo?” Así de aterrador. El niño, el yo infantil que con tanto cariño reivindicamos, se muere de miedo al pensar que la sociedad le va a obligar a ser otra persona y hacer cosas propias de otro que a él no le gustan hacer.

martes, 13 de septiembre de 2011

El oficio de vivir (VI)

Esta reflexión la he sacado de algún sitio, no sé si de Elias Canetti o de Cesare Pavese y su 'Oficio de vivir' (también hay un automatismo que me hizo elegir este nombre para el 'post', sin recordar el título de esta obra). Tengo mucho desorden. Intentaré recrear la idea a mi manera: La evolución ha elegido la boca como el lugar para el lenguaje. Ha elegido una ranura armada de dientes que condiciona el tercio inferior de la cara y nos emparienta con las fieras. Ha elegido la boca y no el ano, de manera incomprensible. El ano está mejor dotado de pliegues y habría sido capaz de reproducir una mayor variedad de vocales y sonidos consonánticos, como ya se aprecia en ciertas ventosidades. Además, realiza menos funciones que la boca y, por ello, cuenta con mayor grado de especialización. El lenguaje y lo que en general tienen los humanoides que decir no interferiría apenas con el principal uso del ano, que es defecar. Pero la evolución no ha tenido en cuenta estas ventajas. También ha descartado como envase del lenguaje estas dos orejas, tan bidireccionales y divertidas. Habría sido un acierto escuchar por el mismo sitio por el que se habla. Sin embargo, ha elegido finalmente la boca, por un solo motivo: allí entran los alimentos y de allí deben salir los gritos de hambre. ¿Y qué es el lenguaje sino un grito de hambre?

lunes, 12 de septiembre de 2011

El oficio de vivir (V)

Los cubiertos son una versión estilizada de los juguetes de playa. La cuchara es la pala con la que apilamos la comida, y el tenedor el rastrillo con que peinamos el puré o trincamos con sádica ira la carne muerta. Sin embargo, el cuchillo nos recuerda que ya no somos niños ni jugamos con arena de playa, sino con una materia que debe ser despiezada con la ira del hambre, la trituradora de los dientes, el ácido de la entraña.

martes, 6 de septiembre de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (X)

La mente tiene dos formas de buscar un frasco de mermelada en el supermercado. Hay una forma intuitiva, en la que acude presta a la sección de desayuno, y hay otra exhaustiva, en la que recorre uno a uno todos los pasillos del supermercado hasta hacer el hallazgo. La intuición es ágil y creativa, uno de los mejores inventos de todos los tiempos. La exhaustividad, a la vista está, nos deja exhaustos y además es lenta. Es el triste recurso de quien no sabe intuir. Dicho esto, el ordenador solo tiene una forma de buscar el frasco de mermelada, la exhaustiva. Le falta talento, pero tiene dos cosas a su favor: no acaba exhausto con la exhaustividad y además es rápido como el rayo. Siendo exhaustivo, el ordenador supera al hombre intuitivo. Y no falla. En un supermercado, recorre todas las secciones a toda velocidad, sortea a todos los consumidores, ignora todas las ofertas, hasta que encuentra la mermelada. Y tarda menos que el humanoide, que se ha entretenido en una cata de quesos y está a punto de olvidarse de la mermelada. No tengo nada en contra. Hemos perdido la batalla, pero no guardo rencor. Enciendo el ordenador, abro ventanas, observo cómo la tecnología devalúa las creaciones humanas, acato el nuevo orden. Algún día, cuando no se trate de buscar mermeladas, seremos de nuevo dueños de nosotros mismos.

viernes, 8 de julio de 2011

El ofico de trasnochar (VI)

Dice Luis Rosales en 'La casa encendida': “El dolor es un largo viaje,/es un largo viaje que nos acerca siempre,/que nos conduce hacia el país donde todos los hombres son iguales”. El dolor nos acerca y nos iguala, pero el miedo al dolor nos hace crueles y despiadados.

lunes, 4 de julio de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (XI)

“¡Arriesga!, o vivirán tu vida por ti”, dice el filósofo aforístico Mario Pérez Antolín en la contra del miércoles pasado de La Vanguardia. Como lema no está mal, pero no me arriesgo a aceptarlo precisamente porque es un lema y porque hay otro lema que dice “No dejes que los lemas vivan por ti”. Luego, en la entrevista, dos felices aportaciones. La primera, eso de la “medicalización de la política”. “De la teopolítica pasamos a la biopolítica: de condenar ideas desde la moral, hemos pasado a diagnosticar males desde la medicina. El inquisidor es hoy el médico y el técnico en servicios sociales”. El otro apunte, mejor aun: “Superado el binomio clasista explotador-explotado, hoy tenemos por debajo del paria al invisible. El escenario es virtual: visibles-invisibles. La lucha, hoy, consiste en hacerse visible. De ahí el auge de la red social, de los 'realities': hay que aparecer, exhibirse...”

miércoles, 29 de junio de 2011

El oficio del vago (VI)

He estado varios días sin escribir en este blog para que su millonaria audiencia note el vacío de la comunicación, el eléctrico silencio de los píxeles deshechos en la red, enredados a ciegas sin nada que decir. Una vez infringido este castigo, doloroso como un pisotón, he decidido subirme a la ola y transformar este baludaque oligofrénico en un medio de pago. En efecto, a partir de ahora, el visionado de este blog tendrá un coste de dos euros por mirada de reojo, de tres euros por lectura rápida con movimiento sagaz de cabeza y de cuatro euros por posado de ratón sobre alguna de sus palabras, que oye, cuestan un potosí, que me las fabrican en Corea. Como pay pall corporation me ha negado el encriptado pecuniario de los colorines de la página, que yo mismo he pintado a mano, con brocha, me veo obligado a cobrar el coste del visionado en cubitos de mala conciencia. Es un cobro imaginario, muy al gusto de estas latitudes católicas, donde se ha avanzado mucho en el noble arte de hacer daño. Pues eso, se acabó la fiesta y estamos ya en la era de los dolores.

viernes, 10 de junio de 2011

El oficio del idiota (XIII)

En nuestra cultura tiene una gran fuerza el yo como unicidad, casi como monolito psicológico. Desde el histrionismo hasta el desdoblamiento de personalidad, hay una amplia gradación de patologías relacionadas con los distintos habitantes del yo, a quienes no se deja respirar. Ni siquiera está bien vista en sociedad una persona de opinión variable o incluso escéptica, indecisa y tendente a pensar desde la posición de otra persona. A eso se le trata como una intromisión, y frente a esta postura se valoran la integridad, las muestras de unicidad del yo, eso que paradójicamente viene a llamarse personalidad. Si la sociedad premia al yo sin fisuras es porque hace de las personas artefactos prededibles y, por ello, de trato menos desconcertante.

martes, 7 de junio de 2011

El oficio de hacerse un hueco en el pulso chino (IV)

Quiero precisar que durante casi una década me fue fácil ganar los sucesivos campeonatos de España de pulso chino. Recurrí, como ya he confensado en varias ocasiones al Adelantado de Segovia, a una dieta de engrosamiento del pulgar, por entonces desconocida en el país. Este contacto con la vanguardia dietética internacional, junto con mi entrenamiento en el 'pretado de tuercas en los altos hornos de Aceralia, completaron mi formación como atleta. Por primera vez, estas tierras alumbraban un pulsista capaz de medirse a los recios estibadores del bloque soviético y a los industriosos mecánicos de Detroit. Público, ¿por qué me olvidaste?

jueves, 2 de junio de 2011

El oficio de hacerse un hueco en el pulso chino (III)

Me piden insistentemente que diga unas palabras sobre mi victoria en el campeonato mundial de pulso chino de 1983, celebrado en Budapest, en aquellos años en los que este deporte, más aun que el ajedrez o la carrera espacial, enfrentaba como ninguna otra cosa al bloque capitalista con el soviético. Washington dejó aquel año participar a España en la fase final de los mundiales como premio por la reciente entrada en la OTAN. Eurovisión y el campeonato de pulso chino ponían fin a lustros de atávico aislacionismo. Tras firmar un documento en el que me comprometía a no criticar la energía nuclear y en el que perjuraba contra el enemigo comunista, pude tomar parte en el campeonato. Me impresionó ver a los representantes americanos y rusos con el dedo gordo encapuchado. Sólo descubrían sus enormes falanges para competir, y el resto del tiempo las sometían a friegas e hidrataciones con vaporización. Sin embargo, fui capaz de ganar a todos, e incluso de vencer al yugoslavo en la final, gracias a la dieta de cerdo y avellanas con la que mi pulgar adquirió enorme fibra y mayúscula velocidad. Creo que fue ese momento, y no la entrada en la Comunidad Europea tres años después, el que puso a España en el mapa. Sobre la decadencia posterior del pulso chino como disciplina deportiva, sabéis que este asunto me entristece, así que prefiero no hablar más.

miércoles, 1 de junio de 2011

El oficio de vivir (IV)

Todos tenemos un gps interno que nos orienta en eso que Eric Berne llama un guión de vida. Hay un destino que nos marcamos nosotros, aunque en la mayoría de los casos nuestro empeño consista precisamente en huir de nosotros mismos. Vayamos o huyamos, en nuestro guión de vida elegimos la ruta que queremos tomar, como cuando al gps se le pide que vaya por carreteras secundarias o por autopistas de tropecientos carriles o a través de un sembrado. Algunos eligen, como diría Sabina, huir de tontos por ciento y del cuento del business, y otros eligen huir de los que huyen de tontos por ciento y del cuento del business. Nos veo andar a toda prisa por la calle, en dirección a cualquier sitio. Vamos a veces en la dirección que nos hemos dado como destino y otras en la dirección del pretexto que nos hemos ha dado para no alcanzar nuestro destino. Pues sí, el gps tiene una aplicación para cumplir nuestro guión de vida, pero también otra aplicación con las mejores rutas con que excusarnos y eludir nuestros planes. En ambos casos, nos movemos con el gps bien encendido. Y ahí se acaba la metáfora, porque no creo en un gps que mire al cielo en busca de un satélite redentor que lo oriente. Sólo quería decir que noto un escozor de especie en lo que hacemos. Esta niña que corretea ya y es mi hija no estaba en ninguna bitácora, y es más que todo lo que habría podido lograr con mis vanos esfuerzos por llegar a vete a saber tú dónde. Y ahora, chaval, brindemos por los que desconectan el gps y viven con el frenesí de los dioses, y también por los que luchan contra sí mismos y por saber cuál es la ruta o el destino de su viaje.

lunes, 30 de mayo de 2011

El oficio del vago (V)

Si uno observa el reguero de gente que brota de una boca de metro, si lo hace sin el prejuicio de pensar en el transporte público ni en la gestión de las infrestructuras ni en este tipo de ideas preconcebidas, si uno pone todo su ojo clínico en el empeño apreciará al cabo de un rato que la ciudad es una máquina inagotable de producir personas. Frente a otros procesos industriales, la ciudad fabrica aquí, en esta boca de metro, ejemplares siempre disímiles, siempre genuinos, como si en sus calderas de sueldos basura hubiese un artesano para dar el toque final. La ciudad fabrica la diferencia gracias, supongo, a un programa de computación capaz de mezclar al azar miles de rasgos distintos sin concesiones estadísticas para la replicación. Aunque suene paradójico, la máquina fallará el día en que produzca dos piezas iguales. Y aunque suene apocalíptico, la máquina se volverá en nuestra contra cuando produzca todas las piezas iguales. Si uno observa el reguero de gente que brota de una boca de metro apreciará lo parecidos y diferentes que somos borbotón tras borbotón, hora punta tras hora punta, tarde tras tarde, generación tras generación. Madrid nunca dejará de temblar con este impulso nuevo del recién llegado.

jueves, 26 de mayo de 2011

El oficio de desconocerse (VI)

Dice el periódico que el presentador de Woodstock y último hippy, Wavy Gravy, siente nostalgia por el futuro. Estoy ahí. Yo también siento nostalgia, una tristeza de lluvia fina, una saudade, por todas esas cosas que no podremos ver. Duele más esta liviana pena conforme avanzan los años y empiezan a perfilarse las líneas difusas del horizonte. Hay una intriga acerca de lo que ocurrirá pasado mañana y hay cada vez menos certeza de que podamos llegar a vivirlo. Nostalgia de lo que vendrá. Con el pasado sucede al revés. No siento nostalgia por lo perdido, sino una enorme ilusión y muchas expectativas. Hago pronósticos y planes sobre lo que dejé atrás. Ese es al parecer el mismo sentimiento que suele asociarse al futuro. Pero como digo me ocurre lo contrario. Tengo la ilusión de que todas esas cosas que ocurrieron serán maravillosas. Creo en un pasado mejor. Tengo derecho a ello. No se trata de progresismo, sino de retroprogresismo, diría yo. Tengo la esperanza de reintepretar todas las veces que he hecho el ridículo o he mentido o he mordido o he herido o he matado. Tengo una esperanza de absolución, de una justicia y armonía final, porque el pasado, como digo, es una utopía y merece la pena luchar por ella. Hagamosló con entereza, sin desfallecer, mientras lamentamos con nostalgia el futuro perdido.

martes, 24 de mayo de 2011

El oficio de vivir (III)

No es que me sienta persona cualificada para juzgar tus actos, y tampoco quiero que te lo tomes a mal, pero que sepas que no es habitual saludar a los taxistas dándoles dos besos. No, esas cosas no se hacen en las ciudades, ni tampoco lo de pedir la vez cuando vayas a subir al autobús ni dar los buenos días a los transeúntes. Sí, tienes razón, son sólo convenciones cuyo cumplimiento observamos con naturalidad, a pesar de lo mucho que tienen de artificiales. Y aun así, no puedo evitar juzgarte y condenarte a la pena máxima por iniciar con los desconocidos viajeros de este vagón de metro una conversación sobre las borrascas y el frío que hará este fin de semana. ¿No te das cuenta de que estás socavando los cimientos de nuestra sociedad?

viernes, 20 de mayo de 2011

15M

El 15M es indignación y regeneracionismo. Es, además y sobre todo, un movimiento de ciudadanos, vamos, de ciudadanos que se mueven, y no un asunto de acampados o manifestantes. Ayer me pasé por ahí y me emocionó el esfuerzo de la gente por defender valores sin ideología. Cada cual cuelga sus reivindicaciones en un muro y hay grupillos de debate en todos los sitios. Me emocionó descubrir que algo importante está pasando. Internet ya es una metáfora de organización social que se traslada a la calle, con sus muros de facebook, sus chats y su modelo horizontal, sin jerarquías. Hace quince años sería inconcebible un movimiento de este tipo. Ya queda claro que los ni-ni no son lo que dicen algunos medios de comunicación, sino gente con otro modelo en la cabeza. Menos politizada, pero más cívica. Defienden que la individualidad produce buenos resultados colectivos, y que sólo un buen sistema colectivo produce buenos individuos. La mejor frase que he leído es "políticos, somos vuestros jefes y os estamos haciendo un ERE".

martes, 10 de mayo de 2011

El oficio de delirar (V)

Entre las numerosas críticas recibidas por este blog hasta la fecha, me quedo con las siguientes: "Probablemente la página de internet menos visitada de la historia" (The Oklahoma Daily Boogy Day). "Mal maquetada, mal estructurada, mal ideada... ¿Acaso se puede pedir menos?" (Jews Review of Today). "Si internet se inventó para esto, hubiese sido mejor inventar un exprimidor telepático" (Air Acondicionated Newswire). "Lo mejor, las raspas de sardinas de los laterales" (Pyongyang TV Corporation).

jueves, 5 de mayo de 2011

El oficio de delirar (IV)

Para tranquilizar a los mercados financieros, el Gobierno ha aplicado una nueva medida de flagelación que no sé yo si tendrá mucho efecto económico, pero que sin duda duele, que es de lo que se trata. Todo sea, como digo, para tranquilizar a los analistas de JPMorgan y Goldman Sachs. La medida es tan sencilla como cruel. En la meseta, se está diciendo que el Madrid empató a uno con el Barça y arruinó su clasificación para la final de la Champions. En Barcelona se está diciendo lo contrario, que fue el Madrid quien pasó tras ganar por tres a cero. En realidad, el partido nunca se celebró, pero eso es lo de menos. El daño está hecho y los mercados parecen haberlo agradecido con una rebaja en el diferencial del bono español sobre el alemán. Por fin se ve la luz al final del túnel.

martes, 3 de mayo de 2011

El oficio del periodista (VIII)

Una técnica de censura contemporánea. Ahora que las retransmisiones en directo están bien medidas y esponsorizadas y emparrilladas, las cámaras no aceptan el imprevisto. Por eso cambian de plano cuando un espontáneo salta al campo de fútbol o irrumpe en las pistas de tenis. Lo hacen con enorme velocidad, casi en un acto reflejo. Hay que desviar la mirada, piensa el cámara, por no molestar al organizador o por no dar ideas subversivas al espectador o por no alimentar un suceso que podría descuadrar los tiempos de la retransmisión. Como si aquel suceso no formase parte del acontecimiento, como si no mereciese ser contado. Ocurrió en la última gala de los Goya y los cámaras se mostraron muy colaboradores con el orden establecido al mirar hacia otro lado. El espectador aprecia un rumor, un gesto de desconcierto entre los presentadores, pero nada más, porque al momento suena la música y el plano regresa sobre el mismo escenario. Ya han desalojado al agitador sin que nadie lo vea. Me pregunto qué hubiese ocurrido si esta censura moderna ya existiese en 1981. Qué hubiese pasado el 23-F si el cámara, por el bien de la democracia, hubiese decidido desviar el objetivo hacia otro punto del hemiciclo y negarse a mostrar lo que ocurría.

viernes, 29 de abril de 2011

El oficio de delirar (III)

Cuando veo el panel de lucecitas que hay en el Congreso de los Diputados, donde aparecen en colorines los votos de su'señoríah, me entra en un canguelo de flipar. Rojo para el no, verde para el sí y amarillo para el nifunifá. Si una sola de esas bombillitas fallase, si se fundiese, no podrían recogerse los resultados de la votación y el sistema éste se vendría abajo. Ay, qué acohone.

jueves, 28 de abril de 2011

El oficio de trasnochar (V)

La noche es tan antigua que uno puede notar en sus partículas de nada el sedimiento de millones de años. Una oquedad pesada de átomos vacíos, tramados en una tela vieja y deshilachada. La noche, a diferencia de los días, siempre es la misma noche, la misma oscuridad ininterrumpida que sobrevivirá a galaxias y eones. Y sin embargo, esta noche arde en un escozor de grillos y estrellas como si fuera una eterna novedad.

lunes, 25 de abril de 2011

El oficio de hundirse (IV)

Hay símbolos que generan un léxico y una sintaxis nuevas y también hay símbolos que no aportan nada nuevo, sino que se limitan a recoger una música anterior para nombrarla y convertirla en lenguaje. El 11-S fue un símbolo generador. Dio origen a una nueva semántica de yihaidismo, al qaedas y guerra contra el terrorismo. Durante una década el mundo se explicó a partir de una gruesa distinción entre el oriente islámico y el occidente cristiano. Frente a este artilugio generador, Fukushima forma parte del segundo tipo de símbolos. Apenas ha producido un léxico nuevo, pero sí recoge todos los tics de nuestra época, aún sin nombrar. Fukushima significa la pérdida de credibilidad de las autoridades, la crisis de una sociedad de tragaperras, el afán del poder por esconder sus fracasos, el naufraqio de un barco a merced de una tempestad de plutonio, la confirmación de que cuando dicen que lo peor puede ocurrir es que lo peor ya ha ocurrido. Símbolo de un tiempo en el que el sistema se vuelve contra sí mismo en un reflejo irónico propio de insectos. Si el 11-S generó una narración épica y procuró un enemigo siniestro, Fukushima es la gran tragicomedia de un sistema que descubre que no hay peor enemigo que él mismo.

miércoles, 20 de abril de 2011

El oficio de trasnochar (IV)

Somos fruto de un afortunado equilibrio. La atmósfera terrestre tiene una proporción de oxígeno del 21%, la exacta para permitir la vida. Un poco más provocaría su combustión. Un poco menos la haría irrespirable. Vivimos en una cuerda floja de latidos, de radiaciones solares y lluvias de meteoros. Un soplo cósmico podría mandarnos a andrómeda en cualquier momento. Y sin embargo, como dice Baltasar Gracián, nosotros mortales vivimos como si nunca fuésemos a morir. Vivimos al contrario que los dioses, quienes, pese a ser eternos, se entregan al frenesí y la sed del condenado a muerte. Los humanos nos aferramos a la vana ilusión de enraizarnos en la nada, de levantar una casa y planificar una jubilación. Como si cualquiera de estos gestos realmente importara bajo esta eterna y amenazadora noche.

lunes, 18 de abril de 2011

El oficio de mentir (VII)

Ya no sé por qué cracia vamos. Está la ludocracia, en la que los jóvenes esperan que les toque un piso de protección oficial en el próximo sorteo. Y por ahí andan la cleptocracia, en la que mandan los concejales de urbanismo, y la plutocracia del poder económico, sin menoscabo de la mediocracia, de este régimen de grandes hermanos y retales de vídeos sensacionalistas también llamado telediario. No deben olvidarse la narcocracia ni la mafiocracia, siembre muy en boga, ni la nunca mal avenida oclocracia, en la que las masas rugen sus decisiones. Cada uno en su cracia, como dijo san pancracia.

viernes, 15 de abril de 2011

El oficio del vago (IV)

Como decía, es una lástima que las teclas de los teléfonos reproduzcan la misma nota. Deberían sonar como un teclado de piano y depararnos felices descubrimientos. Así, podré aprenderme tu móvil por la melodía que se desprende del número, o tú podrás cantármelo, en vez de dictarme la ristra de guarismos. Sería maravilloso decir a alguien que Para Elisa es tu número de móvil o afanarnos en reproducir un estribillo de Bisbal para llamar a un agente inmobiliario.

miércoles, 13 de abril de 2011

El oficio de delirar (II)

Para que te hagas una idea, no gasto mucho en eso que llaman moda. El otro día hice un cálculo del valor de las prendas que llevo puestas. Para ello, y si uno quiere ser riguroso, es necesario tomar el precio de cada trapo y dividirlo por el número de veces en que te lo has puesto. Los vaqueros me costaron 20 euros y me los pongo dos veces por semana desde hace un año. 0,15 euros por uso. La camisa, 28 euros, una vez por semana: 0,49 euros. Lo de los zapatos es muy fuerte, cinco días por semana, y llevo tres años con ellos: 0,06 euros. Los calcetines, calzoncillos y demás tienen coste marginal, en todos los sentidos. Sé que a estas alturas te provoco un repelús, pero no desesperes. Sobre el cuerpo llevo un vestuario valorado en 0,7 euros al día, y cada día que pasa este importe desciende. Dentro de poco alcanzaré la sublime amortización de todas mis prendas. Tras ese momento, consideraré una ganancia cada nueva puesta. Y entonces, cada nuevo día será una victoria sobre el sistema consumista y será un gusto levantarse por la mañana, un poco más trasnochado, un poco menos moderno, un poco más libre.

lunes, 11 de abril de 2011

El oficio del vago (III)

La fórmula más extendida para no dar ni palo es la de disiparse en internet, perderse en la maraña de páginas que conducen a otras páginas, hasta que uno siente esa maravillosa sensación de no saber cuánto tiempo ha pasado, si horas o lustros, y de haber perdido como poco una tarde. Antiguamente, cuando uno no quería dar ni palo descolgaba el teléfono e intentaba componer alguna melodía con el muy limitado teclado de números. 1, 4 y 7 reproducían un do, mientras que 2, 5 y 8 hacían una nota cercana a mi, y 3, 6 y 9 a algo que debía de andar por el sol sostenido. Con eso podían tocarse las dos primeras notas de la banda sonora de Superman y afinar un violín. Sacar de ahí una melodía era complicado, sobre todo si uno nació como yo negado para la composición musical, pero en eso consistía el reto. Ahora, los teléfonos tienden a reproducir la misma nota en cada tecla, como si fuesen cajeros automáticos, como si no quisiesen regalarnos, por pura racanería, su variedad polifónica. Me duele que un 1 suene igual que un 8. ¿No pueden acaso los números de un teléfono disfrutar de la diversidad de colores y matices con que brincan las notas en un arpa? ¿Por qué las notas de un teléfono son menos notas que las de un piano o una viola? ¿No pensarán los de Telefónica que hay notas más dignas que otras, que un do de violín merece más que un do de auricular? Una cosa más que se pierde. Los vagos, como los trabajadores, no tenemos hoy más remedio que mirar hacia la pantalla.

viernes, 8 de abril de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (X)

Una habitación propia, eso es lo que necesita una mujer para librarse de la opresión del hombre, según Virginia Wolf. Una habitación propia con conexión ADSL es lo que se necesita para hacer una revolución en el Magreb. Una habitación propia con un lapicero, un bolígrafo, unas pinturas de plastidecor y una cuartilla de papel, eso es lo que necesito yo para consumar una feliz regresión.

miércoles, 6 de abril de 2011

El oficio del idiota (XII)

La identidad tiene mucho que ver con el movimiento, y el movimiento fue el primero de los quebraderos de cabeza de la filosofía. Parménides sostenía que las cosas permanecen inmóviles y sin cambio. Heráclito sospechaba que nunca nos bañaremos en el mismo río. Ahí le dio. Como en un villancico, el río pasa y nosotros nos iremos y no volveremos más. Las aguas fluyen hacia la nada y lo único que permanece es el cambio. Y a pesar de ello, sigue habiendo algún integrista parmenidiano que percibe la identidad como cosa monolítica e inamovible. Fanatismo de DNI. Qué le vamos a hacer. Nunca volveremos a ser el mismo yo. Y esta afirmación es como para ponerse nervioso. No es fácil de aceptar y por eso nos resistimos. Aunque pensemos distinto que el niño que fuimos, aunque hayamos cambiado de ideología, religión, gustos musicales, amigos, comidas favoritas o incluso de marca de calzoncillos, por imposible que lo crean algunos, aunque ocurra todo esto, no solo seguiremos convencidos de ser la misma persona que se levantó esta mañana en nuestra cama, sino también el mismo renacuajo que hace veinte años correteaba con nuestro nombre a cuestas en un patio de colegio.

lunes, 4 de abril de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (IX)

En esta room society de internet en la que la socialización de dormitorio ha sustituido a la plaza pública, tarde o temprano tendría que ocurrir: la habitación propia ha salido a la calle y quiere convertir el mundo en un nuevo espacio íntimo y acogedor. Ahí está esa revolución de la que tanto se habla sin que nadie sepa en qué consiste. Ya se celebran batallas de almohadas en todo el planeta, sincronizadas en Sao Paulo, Tokio y Madrid, sincronizadas como solo sabe hacer un despertador de dormitorio. Ya se han sacado las almohadas a la calle, ya se han sacado estos tanques de plumas que disparan diversión, y dentro de poco saldrán los póster, los plastidecor y los peluches. Dentro de poco el mundo se convertirá en nuestro dormitorio, en el lugar donde nos sentimos más nosotros mismos, en el santuario feliz que cuidaremos con la delicadeza con la que atesoramos recuerdos en las estanterías. Una revolución de habitación propia que nos arrope con la calidez de un edredón, está al caer.

viernes, 1 de abril de 2011

El oficio de desconocerse (V)

El pensamiento es un software muy avanzado que permite dar una continuidad a ese otro software llamado atención, en el que van entrando píldoras de esto y de lo otro como disparos de máquina de fotos. El pensamiento, como dice la sabiduría popular, fluye. Vamos, que se presenta en estado líquido, como un reguero que discurre hasta empantanarse en obsesión. Y la atención son las piedras que caen sobre el arroyo del pensamiento, a veces desviándolo y otras solo importunándolo. En realidad, los expertos coinciden en que el pensamiento discurre, pero dicen que lo hace como las pelotillas de zarzas secas que se ven en las pelis del oeste, esto es, sometido a unos procesos de apertura y cierre, de revisión y comprobación obsesiva, de repetición y demás. Al margen de esto, el pensamiento parece trazar una línea a su paso. Ahí quería llegar yo. Una línea a la que no se la puede someter a demasiada presión externa porque si no, se rompe y se va el santo al cielo. La alienación tecnológica amenaza con convertirse en una intrusiva exigencia que continuamente y sin descanso nos quiebra la línea del pensamiento, el plácido discurrir de las ideas. Una tarea resulta interrumpida bruscamente por otra tarea, a la que interrumpe bruscamente otra tarea, y luego otra, sin que al final podamos recordar dónde empezaba todo. El móvil, los banners, la sobreinformación televisiva no hacen sino condenarnos a una sociedad de la interrupción, del pensamiento fracturado, en la que ni siquiera es posible sedimentar ideas ni cristalizar ni fosilizar nada. Y lo peor de todo es que hay gente que se mosquea si no le devuelves en cinco minutos la llamada con la que acaba de estropearte un feliz pensamiento.

martes, 29 de marzo de 2011

El oficio del periodista (VII)

El poder económico que ha hecho de la libertad un anuncio de Movistar aspira ahora a convertir la prensa en un género publicitario. Las grandes corporaciones están convencidas de ello. Ya fueron capaces de colocar sus productos en películas y series de televisión a través de eso que llaman el 'product placement', y dentro de poco los veremos en representaciones teatrales y novelas. Como nada se les resiste, también quieren rematar al periodismo y convertirlo en una estantería de supermercado. Las empresas valoran las informaciones como si fuesen espacios publicitarios y reaccionan con entusiasmo o enfado según lo que se diga. No entienden el trabajo del periodista porque es muy difícil entender algo cuando tu sueldo depende precisamente de no entender las cosas. Yo mismo he visto resúmenes de prensa de una gran compañía en la que se indica el valor económico de cada información. No es de extrañar que las asociaciones contra el consumo de tabaco estén presentando denuncias. Sospechan que las tabaqueras están intentando promocionarse a través de la prensa. El periodista pide ayuda porque se ve cercado por intereses obscenos. Ya te digo que si hubiese deseado enriquecerse, no habría escogido este oficio. Y su petición de auxilio no es más que esta: el dinero y el poder económico son ya una dictadura que lo devora y lo ensucia todo.

lunes, 28 de marzo de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (VIII)

Internet se puede usar para muchas cosas. De sus muchas funciones, la de socialización es la que suma más entusiastas y detractores. Acaba de nacer una nueva forma de estar con los demás, de estar en el infierno, por decirlo en plan sartriano. Hasta ahora, el humanoide común orbitaba en el sistema de la familia y de la sociedad. Uno tradicional y conservador, productor de Estados mafiosos; el otro conciliador y progresista. Ahora, empieza a emerger un nuevo ámbito, el de la habitación. La socialización comienza a realizarse dentro del dormitorio, el sempiterno reducto sagrado en el que el adolescente se protege de la familia y del mundo. La socialización digital ha pasado a convertirse en el primero de los sistemas gravitatorios del individuo. Y lo hace con sus características propias. Importa el cuidado de la imagen digital de uno mismo, la proyección virtual de nuestros deseos. Y también se permite la deshinibición y el rechazo a la búsqueda de acuerdos y mayorías. En el ámbito social, en la plaza pública, floreció la democracia como sistema de acción indirecta que garantiza el poder del pueblo y el respeto a la minoría. En la 'room society' de internet, surge un nuevo sistema de acción directa sin mayorías ni grupos ni corrientes. El espacio de la libertad, la utopía del libertarismo sin familia ni sociedad, sin plaza pública. En la habitación uno puede gritar bien alto sin molestar al vecino. No hay máscara ni identidad. Una forma moderna de oclocracia.

jueves, 24 de marzo de 2011

El oficio del idiota (XI)

Mira, un poema de Emily Dickinson que me gusta y que no me veo capaz de traducir porque eso requiere un trato de experto. Lo entiendo con un lenguaje interior, es decir, sin necesidad de pasar por el castellano, desde el primitivismo de la amígdala, donde aún no llega la palabra, pero sí el ritmo de los tambores y el calor de la hoguera. Leñe, sin querer me estoy metiendo en el berenjenal de si fue antes el pensamiento o el lenguaje. Tan solo pretendía presentar este poema:

I'm nobody! Who are you?
Are you nobody, too?
Then there's a pair of us - don't tell!
They'd banish us, you know!

How dreary to be somebody!
How public like a frog
To tell one's name the livelong day
To an admiring bog!

lunes, 21 de marzo de 2011

El oficio del idiota (X)

El estrés, por lo que dicen, es un trastorno moderno. En eso estoy de acuerdo, pero el problema es que se lleva tanto tiempo diciendo esto que quizá el estrés ya no esté tan de moda y empiece a ser una cosa picada de óxido. La palabra estrés tiene un origen industrial. De hecho, el vocablo viene de la fábrica y no de la caverna, que es de donde salió el hombre. Los psicólogos que lo acuñaron distinguieron entre 'strain', que es el grado de deformación o de maleabilidad que soporta un cuerto, y 'stress', que consiste en el sufrimiento de ese cuerpo durante el proceso industrial. Nuestras pobres psiques se resienten y padecen estrés, en parte porque es mucha la presión y en parte por su incapacidad para soportarla. Y lo cierto es que esas cosas que le ocurren se nombran recurriendo a un léxico industrial, de fabricante de tuercas en la Ford de Detroit, algo muy moderno con resonancia de pistones y bufidos, con olor a aceite. Algo tan moderno, digo, que, tras la era posmoderna y la hipermoderna, está claramente ya pasado de moda.

viernes, 18 de marzo de 2011

El oficio de vivir (II)

Ahora, por fin, después de muchos años, he descubierto lo que siempre me había intrigado tanto. Por qué Inglaterra me echa para atrás. A este país podríamos llamarlo un 'country room', un país habitación, porque te muevas por donde te muevas siempre tendrás la sensación de estar en un lugar cerrado. Eso es lo que me rechinaba, sin saberlo hasta ahora. Sus gigantescos aeropuertos están compuestos de estrechos pasillos y pequeñas salas de moqueta, y las calles de sus ciudades son angostas y abigarradas. Incluso en pleno campo uno tiene la impresión de estar en un lugar ceñido, a causa de las nieblas y de las arboledas, que cierran lo que poco que pueda haber de horizonte. No me acostumbro a Inglaterra, a su exuberancia y sus cielos encapotados, yo que soy un bruto castellano y me muevo bajo celajes de altura y llanuras inermes. A tope con la lontananza. Ese país es un cuarto con sofá, cortinas, papel de pared, gatos siameses variados, pastas, té, zapatillas de andar por casa, olor a mantequilla y un cuadro de la reina con marco de pan de oro. Aquí en cambio todo es intemperie, precariedad y fogata de bidón de obra.

miércoles, 16 de marzo de 2011

El oficio del idiota (IX)

En esta penosa tarea de convivir con el yo importan tres cosas. Una, cómo te veas a ti mismo. Dos, cómo piensas que los demás te ven. Tres, cómo ves a los demás. De la primera depende tu autoestima, muchacho, y de eso el número de veces en que te vas a sentir deprimido o exultante. En la segunda se cuecen los miedos, las fobias, los temores sociales y la ansiedad. Con la tercera, chaval, te surgen los resquemores, las atribuciones, la forma de comprender al otro. Viendo lo que te juegas en las dos primeras cosas, pensarás que esta tercera no importa mucho. Total, a quién puede importarle un paranoico más.

lunes, 14 de marzo de 2011

El oficio de hundirse (III)

Al homo sapiens le encanta pegar tiros. Le fascina la concentración en la puntería, la finura cartesiana de una mirilla, el tacto del índice sobre el gatillo, la detonación seca del disparo y el imprevisible retardo. Ni te cuento cuando el tiro viene acompañado de explosiones. Ala, venga, boom. En las ferias hay que pagar para que te dejen pegar un tiro, aunque sea con escopeta trucada. Otros países reclaman libertad para que cada citizen tenga su escopetilla de feria. Y en otros países arman al pueblo y le dan permiso para disparar adonde les salga. Si caes en combate, qué se le va a hacer, chico, es parte del juego. Siempre habrá un dios, una patria o un rey por quien divertirse.

viernes, 11 de marzo de 2011

El oficio de trasnochar (III)

Una casita oscura en medio de una pradera de grillos bajo un cielo abrasado de estrellas es una noche debajo de otra noche, de la gran noche del firmamento. Un sótano en los bajos de la casita es otra noche más pequeña aún y subterránea. Y un hombre tendido allí abajo, durmiendo y tiritando, es la noche más de noche de todas las noches.

jueves, 10 de marzo de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (VII)

Me da que hemos entrado en una nueva era. La era de la simultaneidad, podría llamarse. El cambio tecnológico justifica esta afirmación. Ya en su momento el comercio y la revolución industrial transformaron el mundo. Lo hicieron porque antes hubo un cambio tecnológico que provocó alteraciones culturales, sociales y psicológicas. A esta nueva era también podría llamársela la era digital. Cualquier cosa vale, aunque a mí, que me acecha el incómodo frenetismo, me da más rabia el término simultaneidad. Decenas de estímulos se agolpan en los canales de televisión y banda ancha, compiten por quebrar nuestra desquiciada sensitividad y socavar nuestra percepción. Pues na, a partir de ahora resulta que hay una edad antigua, una moderna, una contemporánea y una simultánea.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El oficio de desconocerse (IV)

Por favor, algún informático que me invente esto. Voy perdiéndolo todo y ya dedico al cabo del día más horas a buscar cosas por casa que a dormir. No encuentro las tijeras ni la cartera ni las llaves ni las zapatillas. Todo se me pierde y solo se me aparece al cabo de una fatigosa y desquiciante búsqueda. Por favor, que alguien me ayude, que un informático lo invente ya. Lo que quiero es que en algún sitio, como en la pantalla del ordenador, se despliegue una ventanita en la que yo pueda teclear 'tijeras' y al momento se iluminen las tijeras y yo sepa dónde están. O que, como ocurre cuando pierdo el móvil y me llamo a mí mismo, yo pueda llamar a mis tijeras y encontrarlas por su politono. Me lo inventen rápido, por favor.

martes, 8 de marzo de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (V)

Tampoco hay que emocionarse, nuestro cerebro funciona de forma analógica. Podrá decirse que las neuronas responden a un mecanismo de unos y ceros, de activación y desactivación, y que tenemos una base digital. Pero la cosa no es tan clara. Al menos los procesos de atención, percepción y cognición, que son los que de verdad importan, funcionan de forma analógica, con sus receptores y sus frecuencias y sus ruedas dentadas, como las viejas radios y los viejos relojes. El cerebro podrá tener una base estructural de tipo digital, pero la mente es analógica. Y no es lo mismo el cerebro que la mente. El primero no pasa de telaraña viscosa de neuronas, mientras que la segunda es cosa seria, una inagotable abstracción fruto de la cultura, la educación y en definitiva del lenguaje.

lunes, 7 de marzo de 2011

El oficio del idiota (VIII)

Esta obsesión por la identidad viene de antiguo y nos ha convertido en fundamentalistas creyentes en los espejos y en los carnés de la piscina. Ya le ocurrió al primer homo sapiens. Se sorprendió a sí mismo pensando que regresaba a la cueva en el momento en el que, mira por dónde, regresaba a la cueva. Como si lo viese. El homo sapiens plantado en la puerta de la cueva, ante una de esas puertas de tiras de plástico de colores, como en los ultramarinos, o mejor aun, ante unas puertecillas de palabra de honor como las de los salones de las pelis del oeste. Y su mujer, alucinada al descubrir que su marido piensa, like homo sapiens. Momentazo para la humanidad. El cavernícola se acaba de dar cuenta de quién es, de que esa sombra que se alarga por las paredes de la cueva es la suya, de que eso que se interpone entre el hambre y el mundo es el yo. Así nace, a brocha gorda, la obsesión por la identidad.

viernes, 4 de marzo de 2011

El oficio de trasnochar (II)

La Tierra gira demasiado deprisa y nosotros ardemos en una piscina de oxígeno demasiado inestable. La radiación del Sol resulta insoportable. No sé cómo pudimos acercanos tanto a esta bomba en perpetua detonación. Solo nos queda el consuelo de la noche, cuando el planeta entra en sombra y los rayos feroces de luz pasan de largo con sus ladridos. La noche, el refugio más arcaico para descansar del mundo, de las fieras y de nosotros mismos.

jueves, 3 de marzo de 2011

El oficio del vago (II)

Premios que he recibido hasta la fecha: Molusco de Plata de la ciudad de Boadinha do Mar, Gran Palillo de Dientes de Oro, Orden del Mérito del Escaqueo, Gran Cruz Masona de la Logia Oriental de la Fritanga, IV Premio Belén Esteban de Computación Nuclear, Doctor Honoris Causa por la Universidad Bar La Plaza, XII Trofeo Internacional de Parchís Ciudad de Trujillo y Garbanzo en Vinagreta a la Mejor Digestión de Percebe.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El oficio del idiota (VII)

Al momento surgen a modo de añicos punzantes muchas otras cuestiones. Una de ellas es si este yo del que hablamos y al que consideramos estático o al menos tendente a mantenerse en el tiempo es realmente el mismo a cada momento. La experiencia, los estados emocionales o simplemente la meteorología nos modelan continuamente y de vez en cuando obran en nosotros una metamorfosis. Deberíamos dudar de que este yo cansado de las nueve de la noche es el mismo que se despertó por la mañana. Y sin llegar a este grado de desconcierto, deberíamos pensar que el yo de nuestros diez años nada tiene que ver con el de los treinta. No sólo han cambiado los paisajes de la travesía, sino la forma de abordarlos y la creencias propias. Incluso dicen los fisiólogos que ha cambiado hasta la última célula de nuestro cuerpo y que ninguna de ellas responderá cuando preguntemos por el niño que fuimos.

martes, 1 de marzo de 2011

El oficio del periodista (V)

Noto una desrealidad virtual que nos conducen hacia la deshumanización por el camino del empacho informativo. Ahí es na.

lunes, 28 de febrero de 2011

El oficio del vago

A todo investigador suele llegarle, en torno al año vigésimo de su carrera, el momento de hacer un gran descubrimiento y sacar las primeras grandes conclusiones. En mi caso, mi hallazgo consistió en darme cuenta de que todo el trabajo de lustros no había servido para nada y de que, sin embargo, había dado con la forma de completar mis años de carrera sin volver a dar palo al agua. Cogí uno de mis artículos, uno cualquiera, y lo ofrecí a congresos y revistas especializados, y luego le cambie dos o tres palabras y lo volví a ofrecer, y luego volví a hacer unos cambios y de nuevo lo puse en circulación. Nadie reparaba en que mis modificaciones eran de lo más aleatorias y no servían sino para convertir el texto en una pasta incomprensible. Sin embargo, con cada adulteración de mi trabajo fui ganando más y más reconocimiento, recibiendo más comentarios y sumando estudiantes a la lista de estudiosos de mi obra. Cuanto menos significaban mis escritos, mayor era el reto de su interpretación y más apasionadas se volvían las discusiones entre mis seguidores. Incluso me dedican congresos, y alguno de ellos ya ha acabado a tortazo limpio. Todo esto, sin haber dado yo más palo que el ya mencionado. Ahora vivo bien y tengo mis buenos ingresos y doy por amortizada mi invención. Escurrida hasta el último chavo la patente, quiero compartir con el mundo este gran descubrimiento.

viernes, 25 de febrero de 2011

El oficio del idiota (VI)

Eric Berne lo decía. Sufrimos una neurosis que se debe a la desazón de preguntarnos una y otra vez acerca de quiénes somos. Y todo por el malentendido de que creemos ser una sola persona, cuando en realidad somos, según sus cálculos, tres. Un padre, un adulto y un niño. Y cada una de ellas con sus inevitables subdivisiones en función del estado en el que se encuentren estos habitantes del yo. Esta clasificación toma como base la de Freud, mucho más célebre, en la que también nos encontramos partidos en tres. El Ego se ve sometido a la tiranía del Superyó y a otro tipo de tiranía tramposa, la del deseo y ferocidad del Ello. Por contra, pensamos yo, o pensamos todos los habitantes de mi yo, que nuestra personalidad está formada por tantas piezas como añicos afilados esparce un vaso al estrellarse contra el suelo.

jueves, 24 de febrero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (IV)

Pues sí, dicen que en su primer viaje a la Luna el hombre llevaba en el Apolo apenas unos pocos bytes de información, apenas lo que cabe en un documento de word en el que se hayan escrito un par de frases. Me pregunto cuántos kilobytes de información manejaría Felipe II en sus campañas por el Mediterráneo o cuántos Cristóbal Colón en su travesía hacia América o cuántos el servidor web, por llamarlo de alguna manera, con el que empezó a funcionar la Asamblea Nacional francesa después de la revolución. En la era analógica, la información era escasa y valiosa. Ahora, cualquiera de nosotros tenemos en casa más información que la que cabía en la biblioteca de Alejandría. Lo que no sé es si seguimos disponiendo de la misma intuición.

miércoles, 23 de febrero de 2011

El oficio de inaugurar (III)

¿Un nuevo cambio de orden mundial? Puede ser. Puede que se manifieste en detalles sutiles y no lo percibamos hasta su total implantación, pero está ahí. Hace un tiempo, pongamos un lustro, se puso de moda llevar los pantalones por debajo del culo para que se vean los calzoncillos, de marca. Esta gestualidad pija procede al parecer de las cárceles norteamericanas, donde a los presos se les quita el cinturón para evitar ahorcamientos. Pese al trasfondo carcelario, solo puede calificarse de pija esta pose, en la que una generación de jóvenes decide mostrar al resto de la especie la innovación en calidad y coste de sus calzoncillos, varias veces por cierto superiores a mis atávicos abanderado. Varios años después de la irrupción de esta moda ya decadente, aún me sigo quedando estupefacto ante el fenómeno, no solo por su pijismo intrínseco, sino por la dificultad de los jóvenes para correr con estas prendas, cuando se supone que un joven con un mínimo de fiebre juvenil debe aspirar a correr ligero. El caso es que este hábito se trasladó a todos los nichos de la necrópolis del sistema de consumo, de modo que durante años tuve que gastar pantalones de tiro demasiado escaso que dejaban a mi pesar en evidencia la intimidad de mis calzoncillos descoloridos, diseñados para el enclaustramiento. Ahora me acabo de comprar unos pantalones nuevos y para mi sorpresa noto que el tiro vuelve a alargarse, que de nuevo vuelvo a cerrar la bragueta con un largo tono de cremallera. Sin duda, Estados Unidos está perdiendo capacidad de influencia sobre la moda, supongo que acuciado por el empuje de las potencias emergentes. Esta observación supone, a mi modo de ver, un nuevo indicio de que algo se está moviendo, de que se está produciendo un nuevo cambio de orden mundial que se manifiesta, como digo, en los más sutiles de los detalles.

martes, 22 de febrero de 2011

El oficio de periodista (IV)

Una de las cosas que garantizan la libertad de expresión es el inmobiliario de las redacciones periodísticas. Las mesas de los redactores están colocadas una junto a la otra, y así los papeles, las carpertas y los ordenadores, que aparecen solapados y adyacentes, cuando no amontonados en un supino caos. Aparte del riesgo de incendio, la disposición es muy buena porque todo lo que uno dice llega a los demás. De esta forma, se dificultan los sobornos, los compadreos y el mercadeo. Se dificulta todo eso, como digo, si bien por desgracia no se impide. Aun así, lo cierto es que se hacen difíciles algunas prácticas poco vistosas que en los lugares con biombos y paredes proliferan más a menudo. Los compañeros pueden controlarse entre sí, y eso es un primero paso. Estaría bien que también pudieran controlar a sus jefes, pero eso es otro paso distinto.

lunes, 21 de febrero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (III)

Un triciclo rueda cuesta abajo hacia el abismo de los tiempos. Nosotros que dijimos no a la polio hemos cerrado ya por fin en falso la primera década del siglo. La primera década, de exégesis republicana, comienza el 11-S y termina en las mismas, con la resonancia de aquel atentado. Tres cosas han pasado en estos diez años, "three things": una guerra difusa contra el Islam, una crisis económica y la pérdida de la hegemonía americana. Hasta aquí, la cosa gorda. Luego están los otros cambios, los sutiles. La economía reemplaza a la política, los centros de las ciudades se convierten en parques temáticos del consumo (Zara, Mango, H&M, qué más da París que Madrid que Pinto), la gente desconfía de la movilización, las franquicias ideológicas (de Al Qaeda a Anonymous) y los happening desideologizados proliferan, las burbujas se hinchan, los futbolistas marcan la moda, el élan mafioso marca la moda de los futbolistas, la información es un enorme ruido, el pensamiento se fractura, la crítica se desquicia, la música y el cine y la literatura se consumen en paladas, los jóvenes sueñan con escuelas de negocio y la libertad es un anuncio de telefonía móvil. Se ha producido un gran cambio tecnológico y hemos entrado de lleno en una nueva era digital. En uno solo de sus pen drive cabe toda la información generada entre el pleistoceno y anteayer. El triciclo de los días lleva un gps con la ruta más corta, más eficiente, más barata. Han despedido al conductor.

viernes, 18 de febrero de 2011

El oficio de trasnochar

En algún sitio leí que los días cambian y son siempre distintos, pero la noche siempre será la misma noche.

jueves, 17 de febrero de 2011

El oficio de desconocerse (III)

Del libro 'La conquista de la felicidad', del siempre admirado e insuperable Bertrand Russell, de este pensador pacifista y valiente de quien colgaría un póster en nuestra habitación si no fuese porque no venden póster suyo y porque es muy delgadito y feo, de Bertand Russell, digo, o mejor dicho, del libro 'La conquista de la felicidad' de Bertrand Russell apenas recuerdo una idea reveladora. La mente humana, dice, es como una máquina de embutir salchichas. Su trabajo, el de la mente, digo, es producir pensamientos, al igual que el de la máquina es embutir salchichas, y a eso debe dedicarse si no quiere quedarse sin sentido. Como ocurre con cualquier máquina, de vez en cuando hay que desmontarla y limpiar sus piezas. Pero sólo de vez en cuando. No podemos caer en la penosa introspección moderna que nos conduce a contemplar y aislar cada pieza del engranaje, cada trauma, cada miedo, cada inseguridad porque la máquina de salchichas se hizo para funcionar y no como objeto de admiración. Por eso, a la psicología hay que dedicarle el tiempo justo. Y el resto del tiempo, ala pues, ¡a hacer salchichas!

miércoles, 16 de febrero de 2011

El oficio de hundirse (II)

Hace unos cuantos post, o como dicen los ingleses "some post ago", me puse a hablar de 'La última noche del Titanic', como si no hubiese visto una peli en mi vida. No es mi intención sumarme a la caterva de autoproclamados críticus magníficus en la vasta interfaz internética. Más bien, quería poner sobre la mesa, o sobre el tapete, o sobre el mantel de cuadros de este blog lleno de manchas la riqueza que en cuanto a crítica social jumea esta peli. Ahora quiero llegar a mi propósito final, que no es más que anunciar que el Titanic es la metáfora perfecta para explicar la crisis económica, y mira que ha habido metáforas, o que "han habido metáforas", que dicen algunos catalanes. El Titanic es una metáfora perfecta porque muestra cómo un barco compartimentado por clases sociales estancas dirigido por una élite de despistados y sumido en la más estulta de las fiestas va y se las piña con un iceberg de deuda crediticia y se hace una brecha y se traga un agua negra que va anegando primero las bodegas de tercera clase y, más tarde, los camarotes ya vacíos de la clase alta, que ha abandonado el barco hace tiempo en los escasos botes disponibles. Nadie escucha las peticiones de auxilio del Titanic porque confunden sus bengalas con petardos de fiesta, porque nadie se toma en serio los achaques de esta invención indestructible. Y el barco se hunde con cientos de hipotecados en su estómago hasta dejar unas lindas burbujitas en la superficie, bajo la noche helada del ártico.

martes, 15 de febrero de 2011

El oficio de hacerse un hueco en el pulso chino (II)

En contra de lo que suele pensarse, la práctica del pulso chino no está dominada por los chinos. Esto se debe por un lado a que los saudíes han invertido muchos petrodólares en formar atletas propios y a que el lobby siderúrgico británico logró que el comité internacional de pulso chino aprobase unas estrictas normas que limitaban a un milímetro el tamaño de la uña o, para ser precisos, lo que aquí comúnmente se conoce como "el blanco de la uña" y los ingleses llaman "the white of the nail". Esta norma, en aparaciencia inocua, dejó fuera del mapa a los competidores chinos, que habían abusado de la ventaja de sus largas uñas para dominar la disciplina durante varias décadas. Uno puede preguntarse qué motivos llevan a la industria petrolífera saudí y al lobby siderúrgico británico a prestar tanta atención al pulso chino. Muy sencillo: una vez anulada la ventaja úñica de los chinos, se imponen los deportistas con el dedo gordo más grueso, entre los que destacan, como es lógico, los fresadores de Birmingham, los estibadores de Liverpool, los mecánicos de la Jaguar, los atornilladores de plataformas petrolíferas de Riad y los encofradores de Abu Dabi. Como puede verse, en este deporte hay demasiada pasta y demasiada virilidad como para andarse con remilgos.

lunes, 14 de febrero de 2011

El oficio de inaugurar (II)

Persona significa máscara y da a entender que la existencia es algo así como una fiesta de disfraces en la que podemos cambiar de apariencia y modelarnos a nuestro gusto. Me gusta el término, por lo que tiene de plástico, lúdico y colorido. Me gusta mucho más que ese "individuo" que apela a lo "indivisible" o ese "sujeto" que sostiene gramaticalmente una oración, como si eso tuviese mérito, como si cualquier objeto, animal o artrópodo común no fuesen capaces de hacer algo tan sencillo. "Persona" nos presenta ante los demás y nos remite a la lucha más encarnizada del hombre, la que enfrenta el yo con el mundo. Y lo hace con música festiva. Vamos, que me gusta.

viernes, 11 de febrero de 2011

El oficio de mentir (III)

Se da por hecho que Jaime Gil de Biedma dejó de publicar poesía porque lo tenía todo dicho. Más de uno lo cita como ejemplo feliz de eso mismo, de alguien que supo detenerse a tiempo porque dio por concluida su aportación al arte. Y una mierda. De su vida sé lo justo, pero estoy convencido de una intuición: Gil de Biedma dejó de escribir porque comenzó a trabajar en la Compañía de Tabacos de Filipinas y eso requiere una seriedad, una reputación, una pérdida y alienación empresarial de uno mismo en definitiva que es incompatible con el radical libertarismo de un poeta. Por eso ahora que todos ponemos a circular nuestro nombre por internet y todos los jóvenes quieren entrar en las escuelas de negocios y la libertad es un anuncio de movistar la poesía está acorralada. Por culpa de la jodida reputación. Por culpa de este oficio nuestro contemporáneo de vaciarnos y entrar en nómina de la Compañía de Tabacos de Filipinas de la Era Global. Y lo peor de todo es que encima muchos no pasaremos nunca de botones.

jueves, 10 de febrero de 2011

El oficio de hundirse

Hace unos días vimos la peli 'La última noche del Titanic', en la que se inspiró sin tener nada que ver aquel bodrio complaciente de James Cameron, Leonardo di Caprio y tal. La primera versión rebosa crítica social, mientras que la reciente es un pasteleo conservador en el que se copian escenas de la cinta primigenia, se omiten ironías y se tapa aquel escándalo con la más estúpida historia de amor jamás contada. En el Titanic original, los suntuosos salones son un cacareo de aristócratas y nuevos ricos, los telegrafistas desoyen las advertencias de hielo porque están ocupados transmitiendo chorradas, un barco cercano ignora las bengalas de socorro porque piensa que son cohetes de fiesta, el pasaje juega en cubierta al fútbol con los trozos desprendidos del iceberg, los vigilantes iluminan con la linterna los zapatos de una pareja de amantes para comprobar que no se han colado en primera clase, las señoras se quejan de la incomodidad de los botes salvavidas a los que no podrán acceder los de tercera y los supervivientes reman rápido para que no se les encaramen los náufragos que chapotean en el agua. En su 'remake', Cameron omitió demasiadas escenas y se concentró en las más edulcoradas, en los músicos que tocan hasta el final y en el ingeniero que se hunde con el barco. Me pregunto si, ahora que la riqueza es la máxima aspiración y la propiedad el más sacrosanto de los principios, se admiten todavía discursos así de críticos con lo evidente.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (II)

Esto se sabe de sobra, pero no está mal repetirlo. El Renacimiento presentó todo lo anterior como si fuese un truño. Sentenció que la Edad Media fue un tiempo sombrío de servidumbre e inútil guerreo. Por suerte, con el tiempo ha ido mejorando nuestra percepción de aquella época gracias a autores como Batjin o Foucault y al sarpullido irracional del surrealismo, que nos hicieron entender la cultura popular del medievo, el universo de El Bosco, Rabelais, las danzas de la muerte, el carnaval de la vida y todo lo demás. El intento de la Ilustración por torpedear el barroco también fue en balde. Se rieron de aquella mentalidad retorcida, pero no aportaron ni un Quevedo ni un Góngora ni un famélico Garcilaso. Ni siquiera un pintor que superase el tenebrismo. Mucha obra pública y mucha razón y mucha lotería nacional, pero poco más. Eso sí, nadie supera en arrogancia a renacentistas e ilustrados.

martes, 8 de febrero de 2011

El oficio de delirar

Al parecer, hay una tesis del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en la que se desarrolla una idea que parece disparatada. Y pese a la apariencia de delirio, el autor se lo ha tomado muy en serio y ha hecho todos los cálculos, por si algún día la cosa resulta pragmática o, lo que es lo mismo, económicamente viable. La idea consiste en construir un túnel subterráneo entre Londres y Nueva York, crear el vacío en su interior y, gracias al cambio de presión, poner a circular trenes de un lado a otro a altísima velocidad; tanta, que podrían hacer el trayecto en apenas una hora, esto es, a unos cinco mil kilómetros a la hora. Para evitar trastornos, ya se ha pensado en una zona de aceleración progresiva y otra de deceleración. Una vez superadas, los pasajeros podrán pasear y moverse a su aire por el tren, incluso visitar la cafetería y pedir unos cacahuetes. Ahí es donde los españoles tienen mercado. No tengo ninguna objeción al proyecto, de lo ignorante que soy. Más aun, en Ikea he visto cómo el dinero de la recaudación vuela desde las cajas hacia las plantas de arriba a través de un tubo al vacío. Si lo hace el vil metal, ¿por qué no va a poder hacerlo un humanoide?

lunes, 7 de febrero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (II)

Me encanta la idea de "la altura de los tiempos", tal y como la presenta Ortega y Gasset en la 'Rebelión de las masas'. Cada tiempo tiene una altura y deja sobre el muro de la Historia su correspondiente rayita, como las rayitas que también pueden verse, casi como un recuerdo conmemorativo, en las tapias de las ciudades que han sufrido alguna inundación importante. Para conocer la altura de cada época, hay que fijarse en cómo se percibía el futuro en aquel momento. Las épocas racionalistas creen en el progreso y dibujan un futuro optimista, y alcanzan así una elevada altura. Se suben en un taburete para mirar más allá, con la estima bien alta. Otras épocas, entre ellas aquella de "los terrores del año mil", sobre la que escribió su tesis el propio Ortega, e incluso la época actual miran hacia el horizonte con miedo y pesimismo, y dibujan las peores pesadillas futuristas. Cambio climático, fin del estado de bienestar, crisis económica. En ésas estamos, en este tiempo de bajura, por seguir con el rollo orteganiano.

viernes, 4 de febrero de 2011

El oficino de desconocerse (II)

No me gusta difundir rumores en internet porque internet es ya un enorme rumor y echar un rumor más en internet es como derramar agua sobre el río ése que pasa por Valladolid y se aprovecha para todo. Aun así, me hago eco de una cosa que me inquieta. Comentan que en el hospital de la Paz están naciendo ya los primeros bebés con USB en el ombligo, con conexión a módem, router, qué sé yo, wifi. Mientras duermen, resetean, y mientras lloran, transmiten un pequeño crujidito muy inquietante, como el de un disco duro al girar. Yo me lo creo a medias, pero una cosa tengo clara: como al despertarse el bebé haga el mismo ruido que las ventanas del microsoft, yo me cago de miedo.

jueves, 3 de febrero de 2011

El oficio del periodista (III)

Me comentan una anécdota creo yo muy buena para que se vea cómo está el patio. Resulta que daba una rueda de prensa el director comercial o algo así de Iberia. Ahora en realidad ya no se llama Iberia, sino IAG, porque se la ha comido British Airways. Bueno, el caso es que en la entrada de la sala de prensa pedían a los periodistas que rellenasen unos cupones para el sorteo de tres viajes en avión. Y lo más gracioso de todo es que, a mitad de rueda de prensa, va el director comercial y dice: "me gustaría recordar que estamos sorteando tres viajes en avión y que todavía podéis rellenar los cupones". De traca. ¿No? Algún periodista, al menos el que me lo contó, alucinaba. La sala estaba llena y aquello parecía más un puesto de feria que una rueda de prensa. ¿Quién se llevaría el perrito piloto? Cuando el director comercial anunciaba el sorteo, en la sala cundía un rumor expectante.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El oficio del idiota (V)

Sartre decía que el otro es el infierno, y curiosamente declaraciones tan originales como ésta hicieron que muchas personas comprasen las obras más divulgativas del filósofo. Yo el primero. En vez de sentirnos insultados y ofendidos, hicimos propio el lema del infierno en los demás sin constatar que al hablar de los demás no hacíamos sino nombrarnos a nosotros mismos. Pues eso, me temo lo contrario, que el infierno solemos ser nosotros mismos. Claro, que no todos se atreven a reconocer algo tan evidente. Preguntarse quién es uno mismo es como dejar caer una copa de cristal al suelo. Por eso yo siempre estaré en contra del yo, de este tiranillo que ni siquiera acepta críticas.

martes, 1 de febrero de 2011

El oficio de inaugurar

Uno de los motivos por los que el libro electrónico nunca superará al libro convencional es que en el segundo se pueden guardar entre las páginas papelitos sueltos, hojitas de abedul de central park, tickets de autobús, recetas del médico. Su infabilidad está a prueba de invasiones visigóticas y a prueba de olvido durante siglos. El libro siempre atesora y guarda con ahínco entre sus páginas, como no lo hace ningún ingenio de papelería. No se le escapa un papelito, y cada papelito lo retiene con cariño, hasta el punto de que te lo devuelve planchado. Ahora estoy haciendo una colección del periódico para conseguir por 69 euros un notebook. Recorto los cupones del periódico y los guardo entre las hojas de un libro. Parece como si el libro me estuviese recordando lo que nunca debemos olvidar, sus muchos usos y el cariño con el que se afana en cada uno de sus usos.

lunes, 31 de enero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra

Hay épocas más arrogantes que otras. A menudo, cuando el péndulo del pensamiento llega al extremo más racionilista y clasicista se juzga el pasado con toda la mala leche posible. Que yo sepa, eso ocurrió en el Renacimiento, que fue implacable con el gótico y todo lo medieval, y ocurrió de nuevo con la Ilustración, que estrujó más si cabe el barroco. Un ejemplo de este ensañamiento es que los nombres de gótico y barroco en realidad son dos términos despectivos inventados a posteriori por sus verdugos. Las épocas de luz racionalista son, en suma, arrogantes con el pasado. Y además son ingenuamente optimistas con el futuro. Durante el Renacimiento y la Ilustración pensaban sus moradores que el futuro siempre sería mejor, que habría algo parecido a un progreso inagotable y que, de una vez por toda, habían encontrado las claves para dominar el devenir de la Historia. Ya les vale.

viernes, 28 de enero de 2011

El oficio del idiota (IV)

Tan convencidos estamos de que el yo se mantiene en el tiempo que aceptamos un documento de identidad para nosotros y los demás, e incluso pensamos que la persona que ahora lleva veinte años en la cárcel es la misma que cometió un asesinato y, por ello, pensamos, debe seguir pagando el castigo administrativamente asignado. Cada mañana saludamos al compañero de trabajo con el mismo nombre y el caso es que la cosa funciona, que él responde y no amenaza nuestra estúpida creencia de que el yo se mantiene en el tiempo.

jueves, 27 de enero de 2011

El oficio de mentir (II)

Hasta ahora, en este desértico blog en el que habitamos mis pensamientos y yo, me he dedicado a defender lo cambiante y poliédrico de nuestra personalidad. Lo hago a discreción, al bulto, sin reparar en víctimas. Primero, pienso que el 'Yo' nos estorba y nos pesa demasiado, y por eso, como en 'El Difunto Matías Pascal', de Pirandello, animo a los que han sido dados por muertos a huir bien lejos y rehacerse, pese a que la vida les conducirá de nuevo a ser ellos mismos. Segundo, pienso que somos tantos como quieran los demás y podemos ser tantas personas como queramos. También sacó Pirandello este asunto en 'Uno, ninguno, cien mil'. ¿Por qué entonces hay quien deja su nombre y foto y cabriolas de borracho en internet para uso y disfrute de toda la humanidad?, ¿por qué no elegir la forma de presentarnos?, ¿por qué no disfrutar entonces del libertinaje del anonimato y alejarnos un poco del yo, ahora que podemos?

miércoles, 26 de enero de 2011

El oficio de hacerse un hueco en el pulso chino

Como campeón nacional de pulso chino, quiero denunciar el estado de indefensión en el que nos encontramos los atletas de dicha disciplina, así como la precariedad institucional que nos aprieta, sin una triste federación ni escudo bien diseñado ni presencia en las olimpiadas ni patrocinio de ningún tipo. Como esto no se puede aguantar, voy a tomar medidas muy serias para devolver al pulso chino el lugar que se merece en el panorama deportivo español. Tengo a mi favor a muchos millones de chinos, principales acreedores de bonos estadounidenses y motor del comercio en el orbe mundial.

martes, 25 de enero de 2011

El oficio del periodista (II)

Las máquinas, conforme envejecen, empiezan a vibrar, a temblar, a tremolar como si tuviesen malaria y en definitiva a zumbar y hacer ruido. El eje de mi lavadora ya ha comenzado a perder el centro y a hacer un ruido ensordecedor, el mismo ruido que hacen los planetas al desquiciarse en su órbita, las parejas de novios en su tercer aniversario y los motores de los submarinos soviéticos a la quinta recarga, por decir algo. El ruido nos acecha porque las máquinas nos acechan, porque ya apenas queda nada del funcionamiento húmedo y resvaladizo de la naturaleza. Los medios de comunicación son también una vieja máquina de hacer salchichas y por ello se comportan de forma ruidosa y asmática. El ruido molesta demasiado, como mosca cojonera, y ya no nos deja disfrutar ni siquiera de la sosegada lectura del periódico. Abundan los medios y abunda la información. Abunda la mala calidad y el griterío, este ruido en el que unas voces pisan a otras y devalúan el conjunto. Cada día me acuesto con la impresión de no haber entendido nada, con un incómodo zumbido también en mi cada vez más gripada máquina de pensar.

lunes, 24 de enero de 2011

El oficio del idiota (III)

Estamos convencidos de que el yo se mantiene en el tiempo, a pesar de que nuestras células han ido muriendo y dando el relevo a células nuevas, a pesar de que no hay nada en común entre nosotros y el niño que fuimos. Apenas la memoria nos une a aquel lejano ancestro de patio de colegio. Sólo esta ficción del recuerdo nos hace sentirnos dueños y beneficiarios de las experiencias de ese niño, nos hace creer que fuimos la misma persona. En vez de reverenciar al niño que fuimos como lo que es, un cadáver que sin muerte dio paso a lo que ahora somos, en vez de eso, nos reivindicamos como la misma persona, pese a que lo único que compartimos con él es el nombre y nada más, ni siquiera una raquítica célula que una estos dos universos lejanos.

viernes, 21 de enero de 2011

El oficio de vivir

Cuando me emancipé y saqué los trastos de mi habitación de adolescente, mi madre apenas tardó unas horas en vaciarla. Tiró los póster, las estanterías y la cama en la que yo había ido estirándome poco a poco durante muchas fiebres, hasta el penoso día en que mis pies asomaron por debajo del edredón y asomaron también a la intemperie del mundo. Mi madre tiró mis cosas y adecentó la habitación con horrible gusto para la llegada de la tía del frasco, decía. A qué desconocida tía del frasco podría agradarle aquella estrafalaria decoración, me preguntaba yo, con la maleta hecha. Cuántos tornillos le faltarían a esta tía del frasco que no recuerdo ni he visto nunca en fotografía, me repetía mientras cerraba la puerta. Al cabo de los años, mis padres murieron, mi hermano habitó el piso y los hijos de mi hermano lo repoblaron de infancia. A mí me fue yendo mal en la vida y me fui hartando de todo. A la mierda, me decía a cada paso en este mundo de intemperies al que un día había asomado los pies por debajo del edredón. Me quedé sin afectos y, lo que es peor, sin dinero. Mi hermano se ofreció por fin a acogerme en su casa, y yo dije que sí, no tengo otro sitio donde ir, qué quieres que te diga, qué mejor que regresar al piso de mi adolescencia, y así hice, y de regalo a mis sobrinos les llevé un grillo que había capturado y que guardé en un frasco y que tenía las patas frías, y al entrar en mi nueva habitación, digo vieja habitación, a esa habitación mía de la infancia, noté una estrafalaria decoración y escuché a uno de esos mocosos sobrinos míos decir entre risas mira, mira quién ha venido, la tía del frasco.

jueves, 20 de enero de 2011

El oficio de mentir

Louis Ferdinand Céline nos muestra en 'Viaje al fin de la noche' el truco con el que los hombres poderosos humillarán siempre a los humildes. Un funcionario europeo pálido del África colonial recauda en nombre de la metrópoli los impuestos de la tribu. Para ello, ha reclutado a un grupo de jóvenes entre los propios indígenas, a quienes entrega armas y da un estatus de elite. Ellos son los encargados de coaccionar a sus semejantes y de hacerse con los tributos. El funcionario pálido no tiene que mover un dedo y vive feliz en su choza. Es en cambio su patrulla de elegidos la que hace el trabajo sucio, blande las armas y pisa fuerte. A cambio, los elegidos disfrutan del poder y, por ello, de la admiración de sus semejantes. Son los dueños de la tribu. Manejan el gatillo y los miedos nocturnos. Y el mayor deseo de cualquier indígena con un mínimo de aspiraciones es pertenecer a este grupo.

miércoles, 19 de enero de 2011

El oficio del idiota (II)

Lo tengo apuntado por allí, en un papel. Es una cita de Juan Bonilla: el YO, una Y de tirachinas y una O con forma de piedra.

martes, 18 de enero de 2011

El oficio de desconocerse

Que yo sepa, el mejor juego de la wii es el de llegar a fin de mes. Los gráficos son muy buenos, a escala 1:1 con respecto a la realidad, y en la opción para expertos uno puede gestionar su única vida como si estuviese realmente en su única vida y no en un videojuego en el que la casa, la cocina, la lista de compra y esta lata de coche son invenciones informáticas de un friki coreano. El sonido es también muy realista, aunque yo habría quizá atemperado los ladridos del perro del vecino y el ruido del búho nocturno al rasgar la noche de este barrio deshabitado. Por lo demás, el juego es tan angustioso y desconcertante como la vida misma. Hasta el punto de que uno, si se da maña, puede incluso ahorrar dinero para comprarse, pongamos, una wii.

lunes, 17 de enero de 2011

El oficio del periodista

El oficio del periodista puede resultar muy tedioso, salvo que a uno le agrade el desmigue de una roca al caer desde una colina. Como Sísifo, el periodista debe arrastrar cada día la pesada piedra de la actualidad, ascender una empinada cuesta y dejar caer su carga desde arriba al final de la jornada. Día tras día debe iniciar desde abajo la tarea, sin percibir que se diga mucho poso de cimiento, construcción, crecimiento de algo o cosa así. No hay acuerdo acerca de los motivos de este castigo, pero se dice que Sísifo era avaro y mentiroso, y también dicen que se dedicaba a asesinar viajeros, y hay quien le acusa de desvelar los designios de los dioses. Una cosa y otra y la de más allá se parecen, en definitiva, al oficio del periodista. Lo cierto es que, como Sísifo, el periodista, héroe y mentiroso a partes iguales, debe levantar cada día la losa del día y verla caer desde lo alto de la colina. Y lo cierto es que a veces da gusto ver la roca rodar colina abajo y resquebrajarse y desmigarse y cubrir el aire de polvo. Un truño y una satisfacción, ambas dos.

viernes, 14 de enero de 2011

El oficio del idiota

Los griegos dedicaban parte de su tiempo a las cosas públicas y llamaban idiota al que no lo hacía, al que estaba volcado en sus intereses propios. Con el tiempo, todos los griegos fueron haciéndose cada vez un poco más idiotas, hasta que Idiotia se convirtió en la única patria de los hombres y la idiotez, en su principio fundacional. Como tú y yo somos en definitiva descendientes de los griegos, supongo que también sufrimos esta peligrosa tendencia hacia el idiotismo. No diré mi nombre para notarme libre. Para morder sin permiso. Así de triste, así de idiota.

jueves, 13 de enero de 2011

El oficio de inaugurar

El primer diente cuesta una barbaridad y suele asomar entre fiebres de sonajero y delirios del tamaño de un chupete. Por lo general, no viene solo, sino en pareja, supongo que por el sencillo capricho de darle al niño un aire más divertido. Y muy por lo general, suele tratarse de un pequeño incisivo, cuya función es la de rasgar los primeros alimentos blandos, antes de que surjan fieros e inquietantes los caninos, garras de la boca. A este blog le ha salido un primer diente. Queda muy gracioso en medio del vacío, asomado al abismo de una bañera infantil, palpando las paredes de una cuna desconocida. Este primer diente quiere empezar a rasgar palabras, a arañar ideas. Quiere dar la bienvenida, amigable. Resulta conmovedor este brote de una futura dentadura irregular y voraz, dueña de todos los dolores de muelas.