lunes, 28 de febrero de 2011

El oficio del vago

A todo investigador suele llegarle, en torno al año vigésimo de su carrera, el momento de hacer un gran descubrimiento y sacar las primeras grandes conclusiones. En mi caso, mi hallazgo consistió en darme cuenta de que todo el trabajo de lustros no había servido para nada y de que, sin embargo, había dado con la forma de completar mis años de carrera sin volver a dar palo al agua. Cogí uno de mis artículos, uno cualquiera, y lo ofrecí a congresos y revistas especializados, y luego le cambie dos o tres palabras y lo volví a ofrecer, y luego volví a hacer unos cambios y de nuevo lo puse en circulación. Nadie reparaba en que mis modificaciones eran de lo más aleatorias y no servían sino para convertir el texto en una pasta incomprensible. Sin embargo, con cada adulteración de mi trabajo fui ganando más y más reconocimiento, recibiendo más comentarios y sumando estudiantes a la lista de estudiosos de mi obra. Cuanto menos significaban mis escritos, mayor era el reto de su interpretación y más apasionadas se volvían las discusiones entre mis seguidores. Incluso me dedican congresos, y alguno de ellos ya ha acabado a tortazo limpio. Todo esto, sin haber dado yo más palo que el ya mencionado. Ahora vivo bien y tengo mis buenos ingresos y doy por amortizada mi invención. Escurrida hasta el último chavo la patente, quiero compartir con el mundo este gran descubrimiento.

viernes, 25 de febrero de 2011

El oficio del idiota (VI)

Eric Berne lo decía. Sufrimos una neurosis que se debe a la desazón de preguntarnos una y otra vez acerca de quiénes somos. Y todo por el malentendido de que creemos ser una sola persona, cuando en realidad somos, según sus cálculos, tres. Un padre, un adulto y un niño. Y cada una de ellas con sus inevitables subdivisiones en función del estado en el que se encuentren estos habitantes del yo. Esta clasificación toma como base la de Freud, mucho más célebre, en la que también nos encontramos partidos en tres. El Ego se ve sometido a la tiranía del Superyó y a otro tipo de tiranía tramposa, la del deseo y ferocidad del Ello. Por contra, pensamos yo, o pensamos todos los habitantes de mi yo, que nuestra personalidad está formada por tantas piezas como añicos afilados esparce un vaso al estrellarse contra el suelo.

jueves, 24 de febrero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (IV)

Pues sí, dicen que en su primer viaje a la Luna el hombre llevaba en el Apolo apenas unos pocos bytes de información, apenas lo que cabe en un documento de word en el que se hayan escrito un par de frases. Me pregunto cuántos kilobytes de información manejaría Felipe II en sus campañas por el Mediterráneo o cuántos Cristóbal Colón en su travesía hacia América o cuántos el servidor web, por llamarlo de alguna manera, con el que empezó a funcionar la Asamblea Nacional francesa después de la revolución. En la era analógica, la información era escasa y valiosa. Ahora, cualquiera de nosotros tenemos en casa más información que la que cabía en la biblioteca de Alejandría. Lo que no sé es si seguimos disponiendo de la misma intuición.

miércoles, 23 de febrero de 2011

El oficio de inaugurar (III)

¿Un nuevo cambio de orden mundial? Puede ser. Puede que se manifieste en detalles sutiles y no lo percibamos hasta su total implantación, pero está ahí. Hace un tiempo, pongamos un lustro, se puso de moda llevar los pantalones por debajo del culo para que se vean los calzoncillos, de marca. Esta gestualidad pija procede al parecer de las cárceles norteamericanas, donde a los presos se les quita el cinturón para evitar ahorcamientos. Pese al trasfondo carcelario, solo puede calificarse de pija esta pose, en la que una generación de jóvenes decide mostrar al resto de la especie la innovación en calidad y coste de sus calzoncillos, varias veces por cierto superiores a mis atávicos abanderado. Varios años después de la irrupción de esta moda ya decadente, aún me sigo quedando estupefacto ante el fenómeno, no solo por su pijismo intrínseco, sino por la dificultad de los jóvenes para correr con estas prendas, cuando se supone que un joven con un mínimo de fiebre juvenil debe aspirar a correr ligero. El caso es que este hábito se trasladó a todos los nichos de la necrópolis del sistema de consumo, de modo que durante años tuve que gastar pantalones de tiro demasiado escaso que dejaban a mi pesar en evidencia la intimidad de mis calzoncillos descoloridos, diseñados para el enclaustramiento. Ahora me acabo de comprar unos pantalones nuevos y para mi sorpresa noto que el tiro vuelve a alargarse, que de nuevo vuelvo a cerrar la bragueta con un largo tono de cremallera. Sin duda, Estados Unidos está perdiendo capacidad de influencia sobre la moda, supongo que acuciado por el empuje de las potencias emergentes. Esta observación supone, a mi modo de ver, un nuevo indicio de que algo se está moviendo, de que se está produciendo un nuevo cambio de orden mundial que se manifiesta, como digo, en los más sutiles de los detalles.

martes, 22 de febrero de 2011

El oficio de periodista (IV)

Una de las cosas que garantizan la libertad de expresión es el inmobiliario de las redacciones periodísticas. Las mesas de los redactores están colocadas una junto a la otra, y así los papeles, las carpertas y los ordenadores, que aparecen solapados y adyacentes, cuando no amontonados en un supino caos. Aparte del riesgo de incendio, la disposición es muy buena porque todo lo que uno dice llega a los demás. De esta forma, se dificultan los sobornos, los compadreos y el mercadeo. Se dificulta todo eso, como digo, si bien por desgracia no se impide. Aun así, lo cierto es que se hacen difíciles algunas prácticas poco vistosas que en los lugares con biombos y paredes proliferan más a menudo. Los compañeros pueden controlarse entre sí, y eso es un primero paso. Estaría bien que también pudieran controlar a sus jefes, pero eso es otro paso distinto.

lunes, 21 de febrero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (III)

Un triciclo rueda cuesta abajo hacia el abismo de los tiempos. Nosotros que dijimos no a la polio hemos cerrado ya por fin en falso la primera década del siglo. La primera década, de exégesis republicana, comienza el 11-S y termina en las mismas, con la resonancia de aquel atentado. Tres cosas han pasado en estos diez años, "three things": una guerra difusa contra el Islam, una crisis económica y la pérdida de la hegemonía americana. Hasta aquí, la cosa gorda. Luego están los otros cambios, los sutiles. La economía reemplaza a la política, los centros de las ciudades se convierten en parques temáticos del consumo (Zara, Mango, H&M, qué más da París que Madrid que Pinto), la gente desconfía de la movilización, las franquicias ideológicas (de Al Qaeda a Anonymous) y los happening desideologizados proliferan, las burbujas se hinchan, los futbolistas marcan la moda, el élan mafioso marca la moda de los futbolistas, la información es un enorme ruido, el pensamiento se fractura, la crítica se desquicia, la música y el cine y la literatura se consumen en paladas, los jóvenes sueñan con escuelas de negocio y la libertad es un anuncio de telefonía móvil. Se ha producido un gran cambio tecnológico y hemos entrado de lleno en una nueva era digital. En uno solo de sus pen drive cabe toda la información generada entre el pleistoceno y anteayer. El triciclo de los días lleva un gps con la ruta más corta, más eficiente, más barata. Han despedido al conductor.

viernes, 18 de febrero de 2011

El oficio de trasnochar

En algún sitio leí que los días cambian y son siempre distintos, pero la noche siempre será la misma noche.

jueves, 17 de febrero de 2011

El oficio de desconocerse (III)

Del libro 'La conquista de la felicidad', del siempre admirado e insuperable Bertrand Russell, de este pensador pacifista y valiente de quien colgaría un póster en nuestra habitación si no fuese porque no venden póster suyo y porque es muy delgadito y feo, de Bertand Russell, digo, o mejor dicho, del libro 'La conquista de la felicidad' de Bertrand Russell apenas recuerdo una idea reveladora. La mente humana, dice, es como una máquina de embutir salchichas. Su trabajo, el de la mente, digo, es producir pensamientos, al igual que el de la máquina es embutir salchichas, y a eso debe dedicarse si no quiere quedarse sin sentido. Como ocurre con cualquier máquina, de vez en cuando hay que desmontarla y limpiar sus piezas. Pero sólo de vez en cuando. No podemos caer en la penosa introspección moderna que nos conduce a contemplar y aislar cada pieza del engranaje, cada trauma, cada miedo, cada inseguridad porque la máquina de salchichas se hizo para funcionar y no como objeto de admiración. Por eso, a la psicología hay que dedicarle el tiempo justo. Y el resto del tiempo, ala pues, ¡a hacer salchichas!

miércoles, 16 de febrero de 2011

El oficio de hundirse (II)

Hace unos cuantos post, o como dicen los ingleses "some post ago", me puse a hablar de 'La última noche del Titanic', como si no hubiese visto una peli en mi vida. No es mi intención sumarme a la caterva de autoproclamados críticus magníficus en la vasta interfaz internética. Más bien, quería poner sobre la mesa, o sobre el tapete, o sobre el mantel de cuadros de este blog lleno de manchas la riqueza que en cuanto a crítica social jumea esta peli. Ahora quiero llegar a mi propósito final, que no es más que anunciar que el Titanic es la metáfora perfecta para explicar la crisis económica, y mira que ha habido metáforas, o que "han habido metáforas", que dicen algunos catalanes. El Titanic es una metáfora perfecta porque muestra cómo un barco compartimentado por clases sociales estancas dirigido por una élite de despistados y sumido en la más estulta de las fiestas va y se las piña con un iceberg de deuda crediticia y se hace una brecha y se traga un agua negra que va anegando primero las bodegas de tercera clase y, más tarde, los camarotes ya vacíos de la clase alta, que ha abandonado el barco hace tiempo en los escasos botes disponibles. Nadie escucha las peticiones de auxilio del Titanic porque confunden sus bengalas con petardos de fiesta, porque nadie se toma en serio los achaques de esta invención indestructible. Y el barco se hunde con cientos de hipotecados en su estómago hasta dejar unas lindas burbujitas en la superficie, bajo la noche helada del ártico.

martes, 15 de febrero de 2011

El oficio de hacerse un hueco en el pulso chino (II)

En contra de lo que suele pensarse, la práctica del pulso chino no está dominada por los chinos. Esto se debe por un lado a que los saudíes han invertido muchos petrodólares en formar atletas propios y a que el lobby siderúrgico británico logró que el comité internacional de pulso chino aprobase unas estrictas normas que limitaban a un milímetro el tamaño de la uña o, para ser precisos, lo que aquí comúnmente se conoce como "el blanco de la uña" y los ingleses llaman "the white of the nail". Esta norma, en aparaciencia inocua, dejó fuera del mapa a los competidores chinos, que habían abusado de la ventaja de sus largas uñas para dominar la disciplina durante varias décadas. Uno puede preguntarse qué motivos llevan a la industria petrolífera saudí y al lobby siderúrgico británico a prestar tanta atención al pulso chino. Muy sencillo: una vez anulada la ventaja úñica de los chinos, se imponen los deportistas con el dedo gordo más grueso, entre los que destacan, como es lógico, los fresadores de Birmingham, los estibadores de Liverpool, los mecánicos de la Jaguar, los atornilladores de plataformas petrolíferas de Riad y los encofradores de Abu Dabi. Como puede verse, en este deporte hay demasiada pasta y demasiada virilidad como para andarse con remilgos.

lunes, 14 de febrero de 2011

El oficio de inaugurar (II)

Persona significa máscara y da a entender que la existencia es algo así como una fiesta de disfraces en la que podemos cambiar de apariencia y modelarnos a nuestro gusto. Me gusta el término, por lo que tiene de plástico, lúdico y colorido. Me gusta mucho más que ese "individuo" que apela a lo "indivisible" o ese "sujeto" que sostiene gramaticalmente una oración, como si eso tuviese mérito, como si cualquier objeto, animal o artrópodo común no fuesen capaces de hacer algo tan sencillo. "Persona" nos presenta ante los demás y nos remite a la lucha más encarnizada del hombre, la que enfrenta el yo con el mundo. Y lo hace con música festiva. Vamos, que me gusta.

viernes, 11 de febrero de 2011

El oficio de mentir (III)

Se da por hecho que Jaime Gil de Biedma dejó de publicar poesía porque lo tenía todo dicho. Más de uno lo cita como ejemplo feliz de eso mismo, de alguien que supo detenerse a tiempo porque dio por concluida su aportación al arte. Y una mierda. De su vida sé lo justo, pero estoy convencido de una intuición: Gil de Biedma dejó de escribir porque comenzó a trabajar en la Compañía de Tabacos de Filipinas y eso requiere una seriedad, una reputación, una pérdida y alienación empresarial de uno mismo en definitiva que es incompatible con el radical libertarismo de un poeta. Por eso ahora que todos ponemos a circular nuestro nombre por internet y todos los jóvenes quieren entrar en las escuelas de negocios y la libertad es un anuncio de movistar la poesía está acorralada. Por culpa de la jodida reputación. Por culpa de este oficio nuestro contemporáneo de vaciarnos y entrar en nómina de la Compañía de Tabacos de Filipinas de la Era Global. Y lo peor de todo es que encima muchos no pasaremos nunca de botones.

jueves, 10 de febrero de 2011

El oficio de hundirse

Hace unos días vimos la peli 'La última noche del Titanic', en la que se inspiró sin tener nada que ver aquel bodrio complaciente de James Cameron, Leonardo di Caprio y tal. La primera versión rebosa crítica social, mientras que la reciente es un pasteleo conservador en el que se copian escenas de la cinta primigenia, se omiten ironías y se tapa aquel escándalo con la más estúpida historia de amor jamás contada. En el Titanic original, los suntuosos salones son un cacareo de aristócratas y nuevos ricos, los telegrafistas desoyen las advertencias de hielo porque están ocupados transmitiendo chorradas, un barco cercano ignora las bengalas de socorro porque piensa que son cohetes de fiesta, el pasaje juega en cubierta al fútbol con los trozos desprendidos del iceberg, los vigilantes iluminan con la linterna los zapatos de una pareja de amantes para comprobar que no se han colado en primera clase, las señoras se quejan de la incomodidad de los botes salvavidas a los que no podrán acceder los de tercera y los supervivientes reman rápido para que no se les encaramen los náufragos que chapotean en el agua. En su 'remake', Cameron omitió demasiadas escenas y se concentró en las más edulcoradas, en los músicos que tocan hasta el final y en el ingeniero que se hunde con el barco. Me pregunto si, ahora que la riqueza es la máxima aspiración y la propiedad el más sacrosanto de los principios, se admiten todavía discursos así de críticos con lo evidente.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (II)

Esto se sabe de sobra, pero no está mal repetirlo. El Renacimiento presentó todo lo anterior como si fuese un truño. Sentenció que la Edad Media fue un tiempo sombrío de servidumbre e inútil guerreo. Por suerte, con el tiempo ha ido mejorando nuestra percepción de aquella época gracias a autores como Batjin o Foucault y al sarpullido irracional del surrealismo, que nos hicieron entender la cultura popular del medievo, el universo de El Bosco, Rabelais, las danzas de la muerte, el carnaval de la vida y todo lo demás. El intento de la Ilustración por torpedear el barroco también fue en balde. Se rieron de aquella mentalidad retorcida, pero no aportaron ni un Quevedo ni un Góngora ni un famélico Garcilaso. Ni siquiera un pintor que superase el tenebrismo. Mucha obra pública y mucha razón y mucha lotería nacional, pero poco más. Eso sí, nadie supera en arrogancia a renacentistas e ilustrados.

martes, 8 de febrero de 2011

El oficio de delirar

Al parecer, hay una tesis del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en la que se desarrolla una idea que parece disparatada. Y pese a la apariencia de delirio, el autor se lo ha tomado muy en serio y ha hecho todos los cálculos, por si algún día la cosa resulta pragmática o, lo que es lo mismo, económicamente viable. La idea consiste en construir un túnel subterráneo entre Londres y Nueva York, crear el vacío en su interior y, gracias al cambio de presión, poner a circular trenes de un lado a otro a altísima velocidad; tanta, que podrían hacer el trayecto en apenas una hora, esto es, a unos cinco mil kilómetros a la hora. Para evitar trastornos, ya se ha pensado en una zona de aceleración progresiva y otra de deceleración. Una vez superadas, los pasajeros podrán pasear y moverse a su aire por el tren, incluso visitar la cafetería y pedir unos cacahuetes. Ahí es donde los españoles tienen mercado. No tengo ninguna objeción al proyecto, de lo ignorante que soy. Más aun, en Ikea he visto cómo el dinero de la recaudación vuela desde las cajas hacia las plantas de arriba a través de un tubo al vacío. Si lo hace el vil metal, ¿por qué no va a poder hacerlo un humanoide?

lunes, 7 de febrero de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (II)

Me encanta la idea de "la altura de los tiempos", tal y como la presenta Ortega y Gasset en la 'Rebelión de las masas'. Cada tiempo tiene una altura y deja sobre el muro de la Historia su correspondiente rayita, como las rayitas que también pueden verse, casi como un recuerdo conmemorativo, en las tapias de las ciudades que han sufrido alguna inundación importante. Para conocer la altura de cada época, hay que fijarse en cómo se percibía el futuro en aquel momento. Las épocas racionalistas creen en el progreso y dibujan un futuro optimista, y alcanzan así una elevada altura. Se suben en un taburete para mirar más allá, con la estima bien alta. Otras épocas, entre ellas aquella de "los terrores del año mil", sobre la que escribió su tesis el propio Ortega, e incluso la época actual miran hacia el horizonte con miedo y pesimismo, y dibujan las peores pesadillas futuristas. Cambio climático, fin del estado de bienestar, crisis económica. En ésas estamos, en este tiempo de bajura, por seguir con el rollo orteganiano.

viernes, 4 de febrero de 2011

El oficino de desconocerse (II)

No me gusta difundir rumores en internet porque internet es ya un enorme rumor y echar un rumor más en internet es como derramar agua sobre el río ése que pasa por Valladolid y se aprovecha para todo. Aun así, me hago eco de una cosa que me inquieta. Comentan que en el hospital de la Paz están naciendo ya los primeros bebés con USB en el ombligo, con conexión a módem, router, qué sé yo, wifi. Mientras duermen, resetean, y mientras lloran, transmiten un pequeño crujidito muy inquietante, como el de un disco duro al girar. Yo me lo creo a medias, pero una cosa tengo clara: como al despertarse el bebé haga el mismo ruido que las ventanas del microsoft, yo me cago de miedo.

jueves, 3 de febrero de 2011

El oficio del periodista (III)

Me comentan una anécdota creo yo muy buena para que se vea cómo está el patio. Resulta que daba una rueda de prensa el director comercial o algo así de Iberia. Ahora en realidad ya no se llama Iberia, sino IAG, porque se la ha comido British Airways. Bueno, el caso es que en la entrada de la sala de prensa pedían a los periodistas que rellenasen unos cupones para el sorteo de tres viajes en avión. Y lo más gracioso de todo es que, a mitad de rueda de prensa, va el director comercial y dice: "me gustaría recordar que estamos sorteando tres viajes en avión y que todavía podéis rellenar los cupones". De traca. ¿No? Algún periodista, al menos el que me lo contó, alucinaba. La sala estaba llena y aquello parecía más un puesto de feria que una rueda de prensa. ¿Quién se llevaría el perrito piloto? Cuando el director comercial anunciaba el sorteo, en la sala cundía un rumor expectante.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El oficio del idiota (V)

Sartre decía que el otro es el infierno, y curiosamente declaraciones tan originales como ésta hicieron que muchas personas comprasen las obras más divulgativas del filósofo. Yo el primero. En vez de sentirnos insultados y ofendidos, hicimos propio el lema del infierno en los demás sin constatar que al hablar de los demás no hacíamos sino nombrarnos a nosotros mismos. Pues eso, me temo lo contrario, que el infierno solemos ser nosotros mismos. Claro, que no todos se atreven a reconocer algo tan evidente. Preguntarse quién es uno mismo es como dejar caer una copa de cristal al suelo. Por eso yo siempre estaré en contra del yo, de este tiranillo que ni siquiera acepta críticas.

martes, 1 de febrero de 2011

El oficio de inaugurar

Uno de los motivos por los que el libro electrónico nunca superará al libro convencional es que en el segundo se pueden guardar entre las páginas papelitos sueltos, hojitas de abedul de central park, tickets de autobús, recetas del médico. Su infabilidad está a prueba de invasiones visigóticas y a prueba de olvido durante siglos. El libro siempre atesora y guarda con ahínco entre sus páginas, como no lo hace ningún ingenio de papelería. No se le escapa un papelito, y cada papelito lo retiene con cariño, hasta el punto de que te lo devuelve planchado. Ahora estoy haciendo una colección del periódico para conseguir por 69 euros un notebook. Recorto los cupones del periódico y los guardo entre las hojas de un libro. Parece como si el libro me estuviese recordando lo que nunca debemos olvidar, sus muchos usos y el cariño con el que se afana en cada uno de sus usos.