Palabras sueltas, ideas cluecas, una arandela y un envoltorio de chicle. Todo lo que cabe en un bolsillo tras un largo viaje. Iñaki de las Heras.
martes, 8 de febrero de 2011
El oficio de delirar
Al parecer, hay una tesis del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en la que se desarrolla una idea que parece disparatada. Y pese a la apariencia de delirio, el autor se lo ha tomado muy en serio y ha hecho todos los cálculos, por si algún día la cosa resulta pragmática o, lo que es lo mismo, económicamente viable. La idea consiste en construir un túnel subterráneo entre Londres y Nueva York, crear el vacío en su interior y, gracias al cambio de presión, poner a circular trenes de un lado a otro a altísima velocidad; tanta, que podrían hacer el trayecto en apenas una hora, esto es, a unos cinco mil kilómetros a la hora. Para evitar trastornos, ya se ha pensado en una zona de aceleración progresiva y otra de deceleración. Una vez superadas, los pasajeros podrán pasear y moverse a su aire por el tren, incluso visitar la cafetería y pedir unos cacahuetes. Ahí es donde los españoles tienen mercado. No tengo ninguna objeción al proyecto, de lo ignorante que soy. Más aun, en Ikea he visto cómo el dinero de la recaudación vuela desde las cajas hacia las plantas de arriba a través de un tubo al vacío. Si lo hace el vil metal, ¿por qué no va a poder hacerlo un humanoide?
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