lunes, 30 de mayo de 2011

El oficio del vago (V)

Si uno observa el reguero de gente que brota de una boca de metro, si lo hace sin el prejuicio de pensar en el transporte público ni en la gestión de las infrestructuras ni en este tipo de ideas preconcebidas, si uno pone todo su ojo clínico en el empeño apreciará al cabo de un rato que la ciudad es una máquina inagotable de producir personas. Frente a otros procesos industriales, la ciudad fabrica aquí, en esta boca de metro, ejemplares siempre disímiles, siempre genuinos, como si en sus calderas de sueldos basura hubiese un artesano para dar el toque final. La ciudad fabrica la diferencia gracias, supongo, a un programa de computación capaz de mezclar al azar miles de rasgos distintos sin concesiones estadísticas para la replicación. Aunque suene paradójico, la máquina fallará el día en que produzca dos piezas iguales. Y aunque suene apocalíptico, la máquina se volverá en nuestra contra cuando produzca todas las piezas iguales. Si uno observa el reguero de gente que brota de una boca de metro apreciará lo parecidos y diferentes que somos borbotón tras borbotón, hora punta tras hora punta, tarde tras tarde, generación tras generación. Madrid nunca dejará de temblar con este impulso nuevo del recién llegado.

jueves, 26 de mayo de 2011

El oficio de desconocerse (VI)

Dice el periódico que el presentador de Woodstock y último hippy, Wavy Gravy, siente nostalgia por el futuro. Estoy ahí. Yo también siento nostalgia, una tristeza de lluvia fina, una saudade, por todas esas cosas que no podremos ver. Duele más esta liviana pena conforme avanzan los años y empiezan a perfilarse las líneas difusas del horizonte. Hay una intriga acerca de lo que ocurrirá pasado mañana y hay cada vez menos certeza de que podamos llegar a vivirlo. Nostalgia de lo que vendrá. Con el pasado sucede al revés. No siento nostalgia por lo perdido, sino una enorme ilusión y muchas expectativas. Hago pronósticos y planes sobre lo que dejé atrás. Ese es al parecer el mismo sentimiento que suele asociarse al futuro. Pero como digo me ocurre lo contrario. Tengo la ilusión de que todas esas cosas que ocurrieron serán maravillosas. Creo en un pasado mejor. Tengo derecho a ello. No se trata de progresismo, sino de retroprogresismo, diría yo. Tengo la esperanza de reintepretar todas las veces que he hecho el ridículo o he mentido o he mordido o he herido o he matado. Tengo una esperanza de absolución, de una justicia y armonía final, porque el pasado, como digo, es una utopía y merece la pena luchar por ella. Hagamosló con entereza, sin desfallecer, mientras lamentamos con nostalgia el futuro perdido.

martes, 24 de mayo de 2011

El oficio de vivir (III)

No es que me sienta persona cualificada para juzgar tus actos, y tampoco quiero que te lo tomes a mal, pero que sepas que no es habitual saludar a los taxistas dándoles dos besos. No, esas cosas no se hacen en las ciudades, ni tampoco lo de pedir la vez cuando vayas a subir al autobús ni dar los buenos días a los transeúntes. Sí, tienes razón, son sólo convenciones cuyo cumplimiento observamos con naturalidad, a pesar de lo mucho que tienen de artificiales. Y aun así, no puedo evitar juzgarte y condenarte a la pena máxima por iniciar con los desconocidos viajeros de este vagón de metro una conversación sobre las borrascas y el frío que hará este fin de semana. ¿No te das cuenta de que estás socavando los cimientos de nuestra sociedad?

viernes, 20 de mayo de 2011

15M

El 15M es indignación y regeneracionismo. Es, además y sobre todo, un movimiento de ciudadanos, vamos, de ciudadanos que se mueven, y no un asunto de acampados o manifestantes. Ayer me pasé por ahí y me emocionó el esfuerzo de la gente por defender valores sin ideología. Cada cual cuelga sus reivindicaciones en un muro y hay grupillos de debate en todos los sitios. Me emocionó descubrir que algo importante está pasando. Internet ya es una metáfora de organización social que se traslada a la calle, con sus muros de facebook, sus chats y su modelo horizontal, sin jerarquías. Hace quince años sería inconcebible un movimiento de este tipo. Ya queda claro que los ni-ni no son lo que dicen algunos medios de comunicación, sino gente con otro modelo en la cabeza. Menos politizada, pero más cívica. Defienden que la individualidad produce buenos resultados colectivos, y que sólo un buen sistema colectivo produce buenos individuos. La mejor frase que he leído es "políticos, somos vuestros jefes y os estamos haciendo un ERE".

martes, 10 de mayo de 2011

El oficio de delirar (V)

Entre las numerosas críticas recibidas por este blog hasta la fecha, me quedo con las siguientes: "Probablemente la página de internet menos visitada de la historia" (The Oklahoma Daily Boogy Day). "Mal maquetada, mal estructurada, mal ideada... ¿Acaso se puede pedir menos?" (Jews Review of Today). "Si internet se inventó para esto, hubiese sido mejor inventar un exprimidor telepático" (Air Acondicionated Newswire). "Lo mejor, las raspas de sardinas de los laterales" (Pyongyang TV Corporation).

jueves, 5 de mayo de 2011

El oficio de delirar (IV)

Para tranquilizar a los mercados financieros, el Gobierno ha aplicado una nueva medida de flagelación que no sé yo si tendrá mucho efecto económico, pero que sin duda duele, que es de lo que se trata. Todo sea, como digo, para tranquilizar a los analistas de JPMorgan y Goldman Sachs. La medida es tan sencilla como cruel. En la meseta, se está diciendo que el Madrid empató a uno con el Barça y arruinó su clasificación para la final de la Champions. En Barcelona se está diciendo lo contrario, que fue el Madrid quien pasó tras ganar por tres a cero. En realidad, el partido nunca se celebró, pero eso es lo de menos. El daño está hecho y los mercados parecen haberlo agradecido con una rebaja en el diferencial del bono español sobre el alemán. Por fin se ve la luz al final del túnel.

martes, 3 de mayo de 2011

El oficio del periodista (VIII)

Una técnica de censura contemporánea. Ahora que las retransmisiones en directo están bien medidas y esponsorizadas y emparrilladas, las cámaras no aceptan el imprevisto. Por eso cambian de plano cuando un espontáneo salta al campo de fútbol o irrumpe en las pistas de tenis. Lo hacen con enorme velocidad, casi en un acto reflejo. Hay que desviar la mirada, piensa el cámara, por no molestar al organizador o por no dar ideas subversivas al espectador o por no alimentar un suceso que podría descuadrar los tiempos de la retransmisión. Como si aquel suceso no formase parte del acontecimiento, como si no mereciese ser contado. Ocurrió en la última gala de los Goya y los cámaras se mostraron muy colaboradores con el orden establecido al mirar hacia otro lado. El espectador aprecia un rumor, un gesto de desconcierto entre los presentadores, pero nada más, porque al momento suena la música y el plano regresa sobre el mismo escenario. Ya han desalojado al agitador sin que nadie lo vea. Me pregunto qué hubiese ocurrido si esta censura moderna ya existiese en 1981. Qué hubiese pasado el 23-F si el cámara, por el bien de la democracia, hubiese decidido desviar el objetivo hacia otro punto del hemiciclo y negarse a mostrar lo que ocurría.