jueves, 26 de mayo de 2011

El oficio de desconocerse (VI)

Dice el periódico que el presentador de Woodstock y último hippy, Wavy Gravy, siente nostalgia por el futuro. Estoy ahí. Yo también siento nostalgia, una tristeza de lluvia fina, una saudade, por todas esas cosas que no podremos ver. Duele más esta liviana pena conforme avanzan los años y empiezan a perfilarse las líneas difusas del horizonte. Hay una intriga acerca de lo que ocurrirá pasado mañana y hay cada vez menos certeza de que podamos llegar a vivirlo. Nostalgia de lo que vendrá. Con el pasado sucede al revés. No siento nostalgia por lo perdido, sino una enorme ilusión y muchas expectativas. Hago pronósticos y planes sobre lo que dejé atrás. Ese es al parecer el mismo sentimiento que suele asociarse al futuro. Pero como digo me ocurre lo contrario. Tengo la ilusión de que todas esas cosas que ocurrieron serán maravillosas. Creo en un pasado mejor. Tengo derecho a ello. No se trata de progresismo, sino de retroprogresismo, diría yo. Tengo la esperanza de reintepretar todas las veces que he hecho el ridículo o he mentido o he mordido o he herido o he matado. Tengo una esperanza de absolución, de una justicia y armonía final, porque el pasado, como digo, es una utopía y merece la pena luchar por ella. Hagamosló con entereza, sin desfallecer, mientras lamentamos con nostalgia el futuro perdido.

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