jueves, 15 de diciembre de 2011

El oficio de trasnochar (VII)

Cuando el sonámbulo se despierta, muere sepultado por las paredes del sueño. Cuando el funambulista mira hacia abajo, cae hacia sí mismo. Cuando el bebé descubre que está andando, se lanza cuerpo a tierra. Cuando el guerrero fragoroso certifica que la herida fue mortal, empieza a dar sablazos desde el más allá. Cuando el alpinista descubre el abismo bajo sus pies, cuando uno piensa y piensa que está pensando, cuando uno mira y nota que lo están mirando, cuando uno siente y se percata de que lo están sintiendo, cuando uno tropieza en su propia cuenta, encerrado en sus jirones, entonces nota este vértigo nocturno e inútil de estar solo. Como Perseo, has de decapitar a la Medusa sin llegar a mirarla.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El oficio de inaugurar (V)

La comunidad científica, compuesta en esta ocasión por otorrinos, ufólogos y pedagogos con degree en cacofonías, se encuentra dividida. Según algunos, en una grabación durante la guerra franco-prusiana de 1870 se puede escuchar nítidamente a un soldado alemán decir la palabra Internet. Según otros, apenas barruntó el término Internate, traducido como internado en estas latitudes. La cuestión tiene su miga. El fonógrafo no ofrece más pistas porque, tras la misteriosa locución, registra un estallido, algo parecido a la caída de un obús, y deja de funcionar. Los estudiosos también han extraído de un cilindro de cera otra asombrosa grabación. Un minero de Calais departe en el invierno de 1894 acerca de la televisión, del prime time y del Hubble. Sobre este segundo hallazgo también hay opiniones discrepantes. La comunidad científica, nerviosa, sabe de los riesgos de dar por válidas estas pruebas. No es de extrañar el intento de los 'lobbies' por acallar todas estas voces del pasado. Los científicos solo coinciden en una cosa, en el poco interés que las palabras tanto del soldado alemán como del minero francés suscitaron entre los coetáneos. De hecho, en el documento de 1870 la palabra Internet cayó en saco roto, y en el de 1894 puede escucharse nítidamente al jefe de cuadrilla preguntar al minero si había inhalado demasiado gas grisú. También se aprecia cómo el resto de los trabajadores abandona al delirante visionario. Normal que no entiendan y que prefieran otras diversiones ligeras. Qué les importan a ellos este aburrido futuro que nunca conocerán.

martes, 13 de diciembre de 2011

El oficio de delirar (VI)

Los nuevos desarrollos urbanísticos de Madrid tienen una planta avistable desde el cielo y pueden resultar aptos para el aterrizaje de ovnis. Yo solo advierto a los que estén comprando allí piso en régimen de cooperativa o precio libre tasado. No obstante, el lugar más atractivo para un desembarco alienígena sigue siendo el cementerio de la Almudena, por su planta neoclásica fácilmente localizable desde Júpiter y por las corrientes ionizadas y el caos subatómico que genera el aire al mecer los cipreses y enhebrarse entre las cruces de las lápidas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

El oficio de vivir (VII)

En una entrevista con La Vanguardia, Rafael Argullol dice que el mejor consejo se lo dio un pescador cuando él empezaba a nadar: ¿Qué hago si me atrapa un remolino? Déjate succionar por él. Al llegar al fondo, él mismo te impulsará hacia afuera.

martes, 29 de noviembre de 2011

El oficio de inaugurar (IV)

Hemos discutido acerca de qué hay detrás del universo, qué aspecto tienen los alienígenas, qué es el arte, cómo se producen las revoluciones. Conversaciones atropelladas en las que todo el mundo tiene algo que opinar, de las que surgen los pensamientos más íntimos. De todos estos creativos y luminosos zarzales, hay uno que me encanta: cuándo internet se convertirá en una mente. Primero se producirán los actos reflejos, luego el condicionamiento clásico y, por último, la asociación compleja, el cognitivismo, suelo argumentar. Solo me escucho a mí mismo mientras lo digo. El ordenador es una neurona, aseguro, y muchas neuronas son capaces de crear una huella nmésica. Ocurrirá un día, veréis, internet pensará solo y producirá sus propias alucinaciones. Qué divertida conversación para sobreponerse de la cena.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (XII)

La cuestión es, nos decimos mientras esperamos en un Starbucks a que nos preparen el capuccino, cómo produce nuestra sociedad su serotonina en términos industriales. Para que la especie humana recorra la trayectoria de un día son necesarias muchas toneladas de este neurotransmisor, culpable de nuestros deseos y nuestras depresiones. Dónde se produce mayor cantidad de litros de serotonina, dónde están las fábricas de estímulo, nos preguntamos ahora. A juzgar por el precio del capuccino, Starbucks es una fábrica moderna de serotonina. Lo confirma su clientela joven, elitista, soft, abúlica, hiperconectada y abstemia. Ahí están los cánones de una época, marcando el camino hacia el manantial de la serotonina. También se produce gran cantidad de ella en los edificios acristalados de oficinas, en el juego de la bolsa, en los campos de fútbol y en otros entornos competitivos donde se reproducen los esquemas del azar. Eso es lo que nos emociona. Cada generación produce a su manera y de la forma más insospechada su stock de serotonina, concluimos mientras cubrimos el capuccino con el espolvoreador de canela o de chocolate, mientras removemos este caro mejunge con un palito alargado, como los que utilizaron los médicos de otros tiempos para revisar las amígdalas.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El oficio del idiota (XIV)

Somos un coro de voces formado por esta caja de resonancia llamada ego y por las personas que nos acompañan en cada momento. Una polifonía en la que participan los demás, en la que se producen ausencias y felices llegadas. El ego a veces se acopla y no nos deja escuchar, con sus molestas reververaciones, el resto de la orquesta. Una caja tan pequeña es capaz de producir un muy molesto y ruidoso eco, de impedirnos la escucha del canto de la vida.

viernes, 23 de septiembre de 2011

El oficio de mentir (IX)

De todas las disciplinas, la física es la única dotada de un hálito trascendente. Dice Ian McEwan en 'Solar' que la física describe “un mundo que existiría igual si no existiesen los hombres y las mujeres y todas sus tristezas”. Un mundo sin contaminación humana, sin la artificiosidad de sus residuos ni de sus convenciones. De nada le importan a la física la psique o la cognición. Cuando nos hayamos ido con nuestros dioses y nuestras vacas sagradas, cuando nos hayamos ido lo más probable con un portazo, eso que perdurará, a oscuras o bajo una radiación enorme, qué más da, eso no será otra cosa que física. No tiene nombre porque no es una manufactura. Física: lo que sucede aunque no estemos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El oficio de mentir (VIII)

En 'Crónica del pájaro que da cuerda al mundo', Murakami cifra en doce los pasos para planchar una camisa. Un número mágico y apostólico. Considero que Murakami, al ofrecer este dato, hace una valiosa aportación doméstica. Este tipo de información entra dentro del detallismo íntimo y universal que Borges consideraba fundamental en un escritor. Murakami es precisamente eso, un escritor íntimo y universal. Antes de leerlo, planchaba las camisas en diez pasos. Al topar con aquella cifra, no pude evitar la tentación de enchufar la plancha, coger una camisa arrugada y ponerme a contar. Qué acto tan intimo y universal, planchar una camisa. Un ritual limpio y renovador, pragmático como las cosas de occidente y armonioso como las de oriente. El caudal de un río fresco sobre una roca incandescente.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El oficio del idiota (XIII)

Pese a la presión psicológica y social por mantenernos aferrados al yo, la sociedad a veces nos sorprende con invenciones neuróticas. Al tiempo que pide entereza del yo, reclama una transformación que le permita amoldarse a un lugar de clase y una posición. No soy dado a coleccionar frases de cine, pero hay una de ellas que me conmueve especialmente. Cuando a Forrest Gump le preguntan qué va a ser de mayor, él responde: “¿es que de mayor no voy a ser yo mismo?” Así de aterrador. El niño, el yo infantil que con tanto cariño reivindicamos, se muere de miedo al pensar que la sociedad le va a obligar a ser otra persona y hacer cosas propias de otro que a él no le gustan hacer.