miércoles, 28 de septiembre de 2011

El oficio del idiota (XIV)

Somos un coro de voces formado por esta caja de resonancia llamada ego y por las personas que nos acompañan en cada momento. Una polifonía en la que participan los demás, en la que se producen ausencias y felices llegadas. El ego a veces se acopla y no nos deja escuchar, con sus molestas reververaciones, el resto de la orquesta. Una caja tan pequeña es capaz de producir un muy molesto y ruidoso eco, de impedirnos la escucha del canto de la vida.

viernes, 23 de septiembre de 2011

El oficio de mentir (IX)

De todas las disciplinas, la física es la única dotada de un hálito trascendente. Dice Ian McEwan en 'Solar' que la física describe “un mundo que existiría igual si no existiesen los hombres y las mujeres y todas sus tristezas”. Un mundo sin contaminación humana, sin la artificiosidad de sus residuos ni de sus convenciones. De nada le importan a la física la psique o la cognición. Cuando nos hayamos ido con nuestros dioses y nuestras vacas sagradas, cuando nos hayamos ido lo más probable con un portazo, eso que perdurará, a oscuras o bajo una radiación enorme, qué más da, eso no será otra cosa que física. No tiene nombre porque no es una manufactura. Física: lo que sucede aunque no estemos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El oficio de mentir (VIII)

En 'Crónica del pájaro que da cuerda al mundo', Murakami cifra en doce los pasos para planchar una camisa. Un número mágico y apostólico. Considero que Murakami, al ofrecer este dato, hace una valiosa aportación doméstica. Este tipo de información entra dentro del detallismo íntimo y universal que Borges consideraba fundamental en un escritor. Murakami es precisamente eso, un escritor íntimo y universal. Antes de leerlo, planchaba las camisas en diez pasos. Al topar con aquella cifra, no pude evitar la tentación de enchufar la plancha, coger una camisa arrugada y ponerme a contar. Qué acto tan intimo y universal, planchar una camisa. Un ritual limpio y renovador, pragmático como las cosas de occidente y armonioso como las de oriente. El caudal de un río fresco sobre una roca incandescente.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El oficio del idiota (XIII)

Pese a la presión psicológica y social por mantenernos aferrados al yo, la sociedad a veces nos sorprende con invenciones neuróticas. Al tiempo que pide entereza del yo, reclama una transformación que le permita amoldarse a un lugar de clase y una posición. No soy dado a coleccionar frases de cine, pero hay una de ellas que me conmueve especialmente. Cuando a Forrest Gump le preguntan qué va a ser de mayor, él responde: “¿es que de mayor no voy a ser yo mismo?” Así de aterrador. El niño, el yo infantil que con tanto cariño reivindicamos, se muere de miedo al pensar que la sociedad le va a obligar a ser otra persona y hacer cosas propias de otro que a él no le gustan hacer.

martes, 13 de septiembre de 2011

El oficio de vivir (VI)

Esta reflexión la he sacado de algún sitio, no sé si de Elias Canetti o de Cesare Pavese y su 'Oficio de vivir' (también hay un automatismo que me hizo elegir este nombre para el 'post', sin recordar el título de esta obra). Tengo mucho desorden. Intentaré recrear la idea a mi manera: La evolución ha elegido la boca como el lugar para el lenguaje. Ha elegido una ranura armada de dientes que condiciona el tercio inferior de la cara y nos emparienta con las fieras. Ha elegido la boca y no el ano, de manera incomprensible. El ano está mejor dotado de pliegues y habría sido capaz de reproducir una mayor variedad de vocales y sonidos consonánticos, como ya se aprecia en ciertas ventosidades. Además, realiza menos funciones que la boca y, por ello, cuenta con mayor grado de especialización. El lenguaje y lo que en general tienen los humanoides que decir no interferiría apenas con el principal uso del ano, que es defecar. Pero la evolución no ha tenido en cuenta estas ventajas. También ha descartado como envase del lenguaje estas dos orejas, tan bidireccionales y divertidas. Habría sido un acierto escuchar por el mismo sitio por el que se habla. Sin embargo, ha elegido finalmente la boca, por un solo motivo: allí entran los alimentos y de allí deben salir los gritos de hambre. ¿Y qué es el lenguaje sino un grito de hambre?

lunes, 12 de septiembre de 2011

El oficio de vivir (V)

Los cubiertos son una versión estilizada de los juguetes de playa. La cuchara es la pala con la que apilamos la comida, y el tenedor el rastrillo con que peinamos el puré o trincamos con sádica ira la carne muerta. Sin embargo, el cuchillo nos recuerda que ya no somos niños ni jugamos con arena de playa, sino con una materia que debe ser despiezada con la ira del hambre, la trituradora de los dientes, el ácido de la entraña.

martes, 6 de septiembre de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (X)

La mente tiene dos formas de buscar un frasco de mermelada en el supermercado. Hay una forma intuitiva, en la que acude presta a la sección de desayuno, y hay otra exhaustiva, en la que recorre uno a uno todos los pasillos del supermercado hasta hacer el hallazgo. La intuición es ágil y creativa, uno de los mejores inventos de todos los tiempos. La exhaustividad, a la vista está, nos deja exhaustos y además es lenta. Es el triste recurso de quien no sabe intuir. Dicho esto, el ordenador solo tiene una forma de buscar el frasco de mermelada, la exhaustiva. Le falta talento, pero tiene dos cosas a su favor: no acaba exhausto con la exhaustividad y además es rápido como el rayo. Siendo exhaustivo, el ordenador supera al hombre intuitivo. Y no falla. En un supermercado, recorre todas las secciones a toda velocidad, sortea a todos los consumidores, ignora todas las ofertas, hasta que encuentra la mermelada. Y tarda menos que el humanoide, que se ha entretenido en una cata de quesos y está a punto de olvidarse de la mermelada. No tengo nada en contra. Hemos perdido la batalla, pero no guardo rencor. Enciendo el ordenador, abro ventanas, observo cómo la tecnología devalúa las creaciones humanas, acato el nuevo orden. Algún día, cuando no se trate de buscar mermeladas, seremos de nuevo dueños de nosotros mismos.