viernes, 11 de febrero de 2011

El oficio de mentir (III)

Se da por hecho que Jaime Gil de Biedma dejó de publicar poesía porque lo tenía todo dicho. Más de uno lo cita como ejemplo feliz de eso mismo, de alguien que supo detenerse a tiempo porque dio por concluida su aportación al arte. Y una mierda. De su vida sé lo justo, pero estoy convencido de una intuición: Gil de Biedma dejó de escribir porque comenzó a trabajar en la Compañía de Tabacos de Filipinas y eso requiere una seriedad, una reputación, una pérdida y alienación empresarial de uno mismo en definitiva que es incompatible con el radical libertarismo de un poeta. Por eso ahora que todos ponemos a circular nuestro nombre por internet y todos los jóvenes quieren entrar en las escuelas de negocios y la libertad es un anuncio de movistar la poesía está acorralada. Por culpa de la jodida reputación. Por culpa de este oficio nuestro contemporáneo de vaciarnos y entrar en nómina de la Compañía de Tabacos de Filipinas de la Era Global. Y lo peor de todo es que encima muchos no pasaremos nunca de botones.

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