lunes, 28 de marzo de 2011

El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra (VIII)

Internet se puede usar para muchas cosas. De sus muchas funciones, la de socialización es la que suma más entusiastas y detractores. Acaba de nacer una nueva forma de estar con los demás, de estar en el infierno, por decirlo en plan sartriano. Hasta ahora, el humanoide común orbitaba en el sistema de la familia y de la sociedad. Uno tradicional y conservador, productor de Estados mafiosos; el otro conciliador y progresista. Ahora, empieza a emerger un nuevo ámbito, el de la habitación. La socialización comienza a realizarse dentro del dormitorio, el sempiterno reducto sagrado en el que el adolescente se protege de la familia y del mundo. La socialización digital ha pasado a convertirse en el primero de los sistemas gravitatorios del individuo. Y lo hace con sus características propias. Importa el cuidado de la imagen digital de uno mismo, la proyección virtual de nuestros deseos. Y también se permite la deshinibición y el rechazo a la búsqueda de acuerdos y mayorías. En el ámbito social, en la plaza pública, floreció la democracia como sistema de acción indirecta que garantiza el poder del pueblo y el respeto a la minoría. En la 'room society' de internet, surge un nuevo sistema de acción directa sin mayorías ni grupos ni corrientes. El espacio de la libertad, la utopía del libertarismo sin familia ni sociedad, sin plaza pública. En la habitación uno puede gritar bien alto sin molestar al vecino. No hay máscara ni identidad. Una forma moderna de oclocracia.

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