Palabras sueltas, ideas cluecas, una arandela y un envoltorio de chicle. Todo lo que cabe en un bolsillo tras un largo viaje. Iñaki de las Heras.
miércoles, 2 de marzo de 2011
El oficio del idiota (VII)
Al momento surgen a modo de añicos punzantes muchas otras cuestiones. Una de ellas es si este yo del que hablamos y al que consideramos estático o al menos tendente a mantenerse en el tiempo es realmente el mismo a cada momento. La experiencia, los estados emocionales o simplemente la meteorología nos modelan continuamente y de vez en cuando obran en nosotros una metamorfosis. Deberíamos dudar de que este yo cansado de las nueve de la noche es el mismo que se despertó por la mañana. Y sin llegar a este grado de desconcierto, deberíamos pensar que el yo de nuestros diez años nada tiene que ver con el de los treinta. No sólo han cambiado los paisajes de la travesía, sino la forma de abordarlos y la creencias propias. Incluso dicen los fisiólogos que ha cambiado hasta la última célula de nuestro cuerpo y que ninguna de ellas responderá cuando preguntemos por el niño que fuimos.
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