Palabras sueltas, ideas cluecas, una arandela y un envoltorio de chicle. Todo lo que cabe en un bolsillo tras un largo viaje. Iñaki de las Heras.
lunes, 31 de enero de 2011
El oficio de tropezar dos veces con la misma piedra
Hay épocas más arrogantes que otras. A menudo, cuando el péndulo del pensamiento llega al extremo más racionilista y clasicista se juzga el pasado con toda la mala leche posible. Que yo sepa, eso ocurrió en el Renacimiento, que fue implacable con el gótico y todo lo medieval, y ocurrió de nuevo con la Ilustración, que estrujó más si cabe el barroco. Un ejemplo de este ensañamiento es que los nombres de gótico y barroco en realidad son dos términos despectivos inventados a posteriori por sus verdugos. Las épocas de luz racionalista son, en suma, arrogantes con el pasado. Y además son ingenuamente optimistas con el futuro. Durante el Renacimiento y la Ilustración pensaban sus moradores que el futuro siempre sería mejor, que habría algo parecido a un progreso inagotable y que, de una vez por toda, habían encontrado las claves para dominar el devenir de la Historia. Ya les vale.
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